Epílogo- El Destino de una Dinastía

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Nota: hola a todos y todas, intentaré esta semana o la otra ir respondiendo sus agradables mensajitos.  El tiempo que tuve lo quise invertir en el epílogo.  Espero que sea de su agrado.

Agradezco siempre a quienes leen, votan, comentan y me dan su ánimo.  Intentaré volver con alguna otra historia de esta bella pareja.

Sin más, a leer.


**Diez años después...**

La luz suave del amanecer se filtraba a través de las pesadas cortinas de seda que cubrían las ventanas de la habitación principal en el palacio. Dentro, el ambiente estaba cargado de la esencia del amor y la intimidad. Inuyasha y Sesshoumaru estaban juntos, sus cuerpos entrelazados en un abrazo apasionado, moviéndose al ritmo de una danza antigua y natural. Los años habían pasado, pero su deseo el uno por el otro no había disminuido, sino que había crecido, alimentado por las pruebas y tribulaciones que habían enfrentado juntos.

Sesshoumaru, con su característico semblante sereno, observaba a Inuyasha con una intensidad que sólo reservaba para él. Su mano acarició suavemente el rostro de su amante, sus dedos trazando cada línea, cada cicatriz, cada vestigio de las batallas que habían librado juntos.

–Nunca pensé que llegaríamos aquí, Inuyasha– murmuró Sesshoumaru, su voz profunda resonando en el silencio de la habitación. –Después de todo lo que hemos vivido... aún me sorprende lo que hemos construido juntos.

Inuyasha, con los ojos medio cerrados por el placer y la cercanía, sonrió levemente, un brillo travieso apareciendo en su mirada. –Nunca me subestimes, Sesshoumaru. Siempre he sido un luchador, ¿recuerdas?

Sesshoumaru no pudo evitar una pequeña risa, una rareza en él que sólo Inuyasha lograba provocar. Se inclinó hacia adelante, capturando los labios de Inuyasha en un beso profundo, lleno de una pasión que aún ardía intensamente entre ellos.

Mientras sus cuerpos seguían el curso de su amor, el tiempo parecía detenerse, y ambos se permitieron disfrutar de la cercanía y el calor que sólo ellos podían compartir. A pesar de ser poderosos, tanto en batalla como en la vida, en esos momentos, eran simplemente dos almas conectadas, más allá de la sangre, del poder, del destino.

El mayor se acomodó entre las piernas de su omega, y con lentitud comenzó a ingresar en su interior. No importaba cuántas veces tuvieran intimidad, él lo disfrutaba cada vez, como cuando se prueba algo que nunca te cansas de comer.

Tiró su cabeza hacia atrás y gruñó de placer cuando estuvo por completo dentro de Inuyasha. La presión de las paredes apretaban su miembro y le habían hecho perder un poco el aire... amaba esa sensación que solo podía provocarle su esposo.

Para Inuyasha era igual de desbordante. No podía explicar con palabras como se era el sentirse lleno, cuando Sesshoumaru estaba dentro de su cuerpo... era como si compartieran su espíritu por medio de la carne... como dos mentes separadas que se unían en un recuento.

Mordió sus labios de placer cuando sintió a su alfa moverse lentamente. Lo sentía entrar y salir de su cuerpo con parsimonia tortuosa, pero mientras pasaba el tiempo, Sesshoumaru fue subiendo la velocidad.

Su cuerpo se movía de arriba hacia abajo en la cama, debido a las embestidas que le daba Sesshoumaru.

– Más... Sesshoumaru... mucho más...

Enredó sus piernas en la cintura del mayor y sus ojos se nublaron cuando Sesshoumaru escuchó su ruego y aumentó la velocidad.

El daiyokai lo estaba penetrando con tanto ahínco que sentía que estaba por venirse, el calor estaba subiendo hasta su cabeza y comenzaba a sentir que la explosión llegaría en cualquier momento.

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