Acciones

1.5K 130 41
                                    

***

Una semana había transcurrido desde que estuvo con Inuyasha. Su orgullo se rompía al pensar en que había cometido un tercer error en lo que llevaba del mes. Jamás debió tomar al hanyou ni mucho menos, marcarlo; aún su razón no le daba una buena explicación del porqué marcarlo como su pareja, pero suponía que su yoki y su condición de alfa, habían elegido a Inuyasha como el mejor candidato para su estirpe.

Si pensaba objetivamente, su hermano tenía mitad de la sangre Inu, era un mitad-bestia formidable, vulgar, pero eso no contrarrestaba su fuerza... Inuyasha no se rendía, no importa quien fuese su adversario, además de su habilidad, debía admitir muy a su pesar, que el menor había heredado la belleza de su madre humana.

Si Inuyasha volvía a preguntarle el porqué, tenía una respuesta, pero jamás se la compartiría; le dejaría claro a su hermano que había sido un detestable error. Eso era lo más sensato para ambos, además, en este momento sabía el rencor que Inuyasha le tenía, lo entendía pero no le importaba.

Lo más importante ahora, era saber si había quedado alguna secuela de ese encuentro, es así, como caminó con parsimonia hasta llegar al calabozo. Con su olor percibió también al anciano Myoga, él también le ayudaría a salir de su duda.

Cuando ingresó, observó platos de comida totalmente llenos y a un Inuyasha en un estado casi famélico, al parecer, su tonto hermano quería dejarse morir por inanición.

– ¿Qué haces aquí, bastardo?– preguntó con odio Inuyasha. El mayor no respondió, tan solo se acercó al menor y lo agarró de la ropa para olerle el cuello y después soltarlo.

– Myoga– mandó el Daiyoukai.

– ¿ Si, amo Sesshoumaru?

– Necesito que me lo confirmes.

– Entendido, amo– comentó muy a su pesar el viejo.

– ¿ Confirmar qué?– indagó rebeldemente Inuyasha

El anciano succionó la sangre del cuello del hanyou y antes de que Inuyasha lo aplastara por la incomodidad de la picazón, saltó. La diminuta criatura guardó silencio un rato concentrado y luego miró con tristeza a su amo y después pasó su mirada al primogénito de Inutaisho; asintiendo.

– Su estado es positivo– concluyó la pulga.

– Comprendo– expresó frívolamente Sesshoumaru.

– Pues yo no– intervino Inuyasha haciéndose notar– ¿qué carajos hacen ustedes dos?

– Desde ahora tendrás que alimentarte bien– ordenó el Daiyokai.

– Tú no me mandas– gruñó.

– Estás preñado, así que necesitas alimentarte bien– dictaminó intentando hacer entender a su hermano.

– ¡¿ Qué... qué?!– preguntó anonadado

– No te voy a repetir las cosas, estás preñado y por eso vas a empezar a alimentarte– aclaró el lord del Oeste.

– ¿Y si me niego?– respondió altaneramente el hanyou que aún estaba en shock por la información de su estado.

– Si te niegas, mataré a todos los seres que te traen los alimentos y los iré apilando hasta que te dignes a comer– comentó seriamente.

– Tu... no serías capaz...– exclamó asustado.

– ¿ Me retas, Inuyasha?– contestó alzando una ceja.

El unificadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora