Martin
"Tengo 24 años y mi compañera de piso, 94". Así se puede vivir en Madrid por 100 euros al mes.
Ese es el titular que había leído aquella mañana de verano en un artículo de internet y que cambió el rumbo de lo que iba a ser mi primer año de carrera.
Mi familia no tenía problemas económicos, no es que viviésemos rodeados de lujos, pero si lo suficientemente bien para que no nos faltase de nada. A pesar de eso, mudarse a la capital estaba cada vez más caro y que mis padres pudiesen permitirse una residencia de estudiantes o un alquiler además de otros gastos, estaba bastante complicado. Si de verdad quería irme a Madrid para cumplir mi sueño, tenía que buscar otras alternativas, por eso mismo no dudé en continuar leyendo el artículo.
En él pude ver que tristemente más de 8 millones de mayores de 65 años vivían solos y descubrí 'Convive' de la organización "Solidarios para el Desarrollo". Un programa que junta a personas mayores, con universitarios de otras provincias o del extranjero que quieren mudarse a una ciudad tan inasequible en vivienda como Madrid. En este programa el estudiante pagaba una cantidad simbólica de 100 euros para cubrir gastos y la persona mayor tiene compañía en casa, algo de lo que se beneficiaban ambas partes. Además de la poca cantidad de dinero, solo tenía que comprometerse a pasar algunas horas a la semana dedicándole tiempo a la persona mayor.
He de decir que al principio no me convenció mucho. Era mi primer año de carrera fuera de casa y lejos de mis padres, mi idea era conocer gente, organizar alguna fiesta, entrar y salir sin dar explicaciones... lo de vivir con una persona de edad tan avanzada que probablemente tendría otras necesidades y normas y en una casa que no sería 100% mía no me hacía mucha gracia.
Después de contárselo a mis padres tuvimos una larga conversación sobre el tema y me convencieron de que independientemente del dinero, la experiencia de aprender de una persona se esa edad podría ayudarme a madurar y a ver las cosas desde otro punto de vista, que el año que viene podría cambiarme a un piso normal si esto no salía bien. Y ahí estaba yo, en un tren dejando atrás Bilbao para comenzar una nueva aventura que no sabía dónde me iba a llevar.
Tras coger un taxi en Chamartín, me encontraba ya en la puerta de la que iba a ser mi futura casa, buscando la llave del portal entre el manojo que me había mandado a casa por correo la semana pasada Sonia, una chica muy maja de 'Solidarios para el Desarrollo' que sería mi asesora por si necesitaba cualquier cosa con el tema de la casa. Cuando conseguí abrir, entré en el ascensor dirigiéndome a la cuarta plata. Llegué a la puerta y utilicé para abrirla la llave que intuía sería la buena por el tamaño. Giré el pomo sin saber bien qué esperarme.
Al parecer, muchos hacían videollamada antes para conocer a su futuro 'compi de piso', pero el mío no había podido por no tener dispositivos electrónicos, o eso me dijeron en la organización. Sabía que se llamaba Francisco Espinosa, que tenía 79 años, que no tenía mujer ni hijos y que se había dedicado toda la vida al sector de la hostelería, en el que le había ido muy bien.
-¿Hola? - pregunté mientras terminaba de abrir y pasaba dentro de la casa.
Nadie me contestó.
-¿Hola? - grité algo más fuerte - ¿Francisco? - volví a preguntar mientras miraba a mi alrededor observando la entrada de la típica casa casi señorial del centro de Madrid.
Parece no haber nadie, algo que me extraña. Creía que estaba avisado de que llegaba esta mañana. Además, es casi la hora de comer y hace un calor insoportable fuera. ¿Qué iba a hacer un señor de casi 80 años en la calle ahora? Pero de pronto escucho lo que parece la televisión de fondo. Dejo las maletas en la entrada y me guío por el sonido de la tele hasta una habitación en la primera puerta a la derecha del pasillo. Veo asomar unos pies subidos en lo que parece un sofá reclinable, por lo que decido entrar.
-¿Francisco? Soy Martin, el chico que vien..... - pero no puedo terminar la frase.
Delante de mí veo a un señor acostado en un sillón con las piernas en alto, los ojos cerrados, un brazo caído a su costado y con el mando de la televisión tirado en el suelo junto a un vaso de cristal roto.
-¿Francisco? ¿Estás durmiendo? - pero el hombre no parece moverse.
Intento acercarme y zarandearlo para ver si responde, pero nada. Le miro el pecho en busca de movimiento, pero no parece respirar. Vuelvo a intentar algo nuevo dándole dos golpes en la mejilla, pero sigue sin responder y yo solo noto como la sangre abandonas mis venas y empiezo a ver borroso.
Este hombre está muerto.
¿Muerto?
PERO ¿CÓMO VA A ESTAR MUERTO?
En ese momento solo me sale gritar.
-¡Socorro! ¡Ayuda! Ay por Dios, ¡Ay por Dios! ¡Ayuda!
Noto cómo me voy paralizando poco a poco y no sé qué hacer. ¿Llamo a la ambulancia? ¿a la organización? ¿al juzgado? ¿policía? ¿funeraria? El Martin del futuro va a estar enfadado conmigo por no espabilar, lo sé, pero ahora mismo mi cuerpo solo reacciona temblando y después de gritar por última vez, la voz no me sale más del cuerpo.
Me echo las manos a la cara y empiezo a llorar en silencio. Esto no me puede estar pasando a mi, y menos en mi primer día aquí, solo. No tenía que haber hecho caso a mis padres, tenía que haberme ido a un piso normal con gente de mi edad, aunque después me hubiese tenido que buscar un trabajo para los gastos y los costes extra. Siento que me asfixio y que no puedo moverme. Me pitan los oídos.
De pronto cuando creo que me voy a caer al suelo de la impresión, salgo del shock momentáneamente al escuchar la voz de un chico detrás de mí al que al parecer no había oído entrar.
-Joder Paco, ¿ya estamos otra vez? - suena cabreado. - Deja de hacer el tonto y de intentar asustar a los putos críos que vienen a quedarse contigo. Tienes ya una edad. No vas a estar aquí viviendo solo te pongas como te pongas. A mí ya sabes que me la pela, pero mi madre te mete aquí mañana mismo dos enfermeras internas como te pongas tonto.
De pronto me aparto las manos de la cara y veo como el cadáver abre los ojos con lentitud mientras pone una mueca de enfado y se coloca poniéndose recto en el sofá. Yo noto cómo me baja la sangre a los pies más todavía si es posible y que estoy a punto de desmayarme.
-Tú también me tienes hasta los cojones niño. ¡Déjame ya en paz! ¿Tienes que venir todos los putos días? Pareces el guardia de la cárcel pasándose a ver si estoy portándome bien en mi celda. – le dice al otro chico.
De pronto levanta la cabeza y me mira echándole un vistazo de arriba a abajo a mi estático cuerpo y dibujando una sonrisa socarrona.
- Joder chaval, pareces un fantasma y eso que el muerto era yo. – me dice el anciano muerto de risa – Anda y tráele a este un vaso de agua de la cocina.
Me vuelve a mirar sin que yo pueda mover ni un milímetro de mi cuerpo.
– Bueno, mejor un whisky para que se le pase el susto, Juanjo.
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All I Ask
FanfictionMartin encuentra en internet una oportunidad única: mudarse a Madrid para vivir en la casa de un anciano solitario a cambio del pago de una pequeña renta y compañía. Paco, un hombre gruñón y reservado, no tiene interés en compartir su espacio e inte...