15. Por fin

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Martin

Madrid se ve distinta hoy. El sol brilla con una intensidad especial, y aunque ya estamos a finales de octubre, el calor persiste en el aire, como si estuviese echando de menos el verano. Siento una especie de inquietud en el estómago mientras camino al lado de Juanjo, intentando no darle demasiada importancia. Es raro estar nervioso con él, pero hoy... hoy es diferente.

-¿Adónde vamos? -le pregunto, intentando no sonar demasiado impaciente.

Juanjo sonríe, manteniendo el misterio mientras nos dirigimos hacia el centro de la ciudad.

-Es una sorpresa -dice, con esa sonrisa juguetona que empezaba a conocer tan bien.

Me muerdo el labio, no queriendo presionarlo. Es gracioso cómo nuestras dinámicas habían cambiado desde anoche. Lo que antes era pura confusión, ahora se ha transformado en algo tangible, algo que estaba deseando explorar más.

Finalmente, después de caminar unos minutos más, llegamos a una galería de arte en el centro. No era la primera vez que pasaba por ahí, pero nunca había entrado. Al ver el cartel en la entrada, mis ojos se abren de par en par: "Exposición de Fotografía de la Segunda Guerra Mundial: Imágenes de la Historia". Siento un nudo en el estómago.

-¿Te gusta? - pregunta Juanjo, sonando un poco inseguro por primera vez en todo el día.

Lo miro, sin poder evitar sonreír.

—¿Cómo lo has sabido? —pregunté, aunque ya lo sabía. En más de una conversación, cuando habíamos estado hablando de nuestras pasiones, le había mencionado lo mucho que me gustaba la fotografía. Cómo me fascinaba la forma en que una imagen podía capturar un momento, congelarlo en el tiempo, y transmitir toda una historia sin necesidad de palabras. Y aquí estaba, llevándome a ver una exposición de fotografía sabiendo lo que significaba para mí.

-Te escucho más de lo que piensas —responde, rascándose la nuca con una tímida sonrisa.

Siento una calidez en el pecho. El hecho de que Juanjo haya recordado algo tan específico, algo que me apasiona tanto, y lo haya usado para sorprenderme, es más significativo de lo que puedo expresar con palabras.

Entramos a la galería, y el ambiente cambia inmediatamente. Las paredes blancas están cubiertas de imágenes en blanco y negro que cuentan historias más profundas de lo que cualquier libro de historia puede relatar. Cada fotografía captura un momento único: soldados en las trincheras, mujeres llorando por sus hijos, ciudades destruidas, pero también momentos de esperanza, de alegría inesperada.

-Es increíble... —susurro mientras caminamos por las distintas salas.

Juanjo asiente en silencio a mi lado, respetando el ambiente solemne del lugar. Las imágenes son poderosas, crudas. Es como si cada una de ellas hablara, no con palabras, sino con emociones, transmitiendo el dolor, el sufrimiento, pero también la resistencia y la humanidad de las personas atrapadas en la tragedia.

Pasamos mucho tiempo delante de una fotografía en particular. Es la imagen de dos chicos jóvenes, probablemente no mucho mayores que nosotros, mirándose, abrazados detrás de una trinchera. Tenían lágrimas en los ojos, pero no eran lágrimas de tristeza. Eran lágrimas de alivio, de liberación. La guerra había terminado. Se les veía exhaustos y con sus cuerpos magullados, pero en ese abrazo, había algo profundamente humano. No podía apartar los ojos de la fotografía.

-Es como si... - comienzo a decir, sin saber exactamente cómo describir lo que siento.

-Como si lo hubieran superado todo juntos -termina Juanjo por mí.

Asiento, incapaz de decir nada más. Algo en esa imagen me toca profundamente, como si hablara no solo de la guerra, sino de la liberación de cargas emocionales, de aceptar lo que sientes, de encontrar paz en los brazos de alguien más. Me giro para mirar a Juanjo y lo encuentro mirándome a mí, en lugar de la fotografía. Hay algo en sus ojos, una conexión que no necesita ser explicada.

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