Juanjo
Corro por las calles sin rumbo, el aire frío de la noche me golpea el rostro, pero ni siquiera eso me calma. Siento cómo los pulmones me arden, pero sigo corriendo. Cada zancada me aleja de la conversación con Martin, de los pensamientos confusos, del dolor en el pecho. Pero no importa cuánto corra, todo me persigue. Una parte de mí sabe que estoy huyendo de mí mismo, de todo lo que creía saber, de todo lo que pensaba que era cierto.
Me detengo de golpe, incapaz de seguir. Respiro entrecortadamente, apoyando las manos en las rodillas, doblado sobre mí mismo. El mundo se balancea, como si mi cuerpo quisiera seguir corriendo, pero mi mente está en otro sitio. Después de tanto esfuerzo, siento que la borrachera se me ha pasado de golpe, dejando solo la claridad incómoda de la resaca emocional. Y ahí, en medio de la calle vacía, me derrumbo de nuevo.
Me dejo caer en un banco cercano. Mis lágrimas empiezan a brotar, y no me importa llorar en medio de la calle. Necesito desahogarme. Me siento traicionado, por todos. Por Martin, por mi abuelo... por Paco. Todos me han mentido, me han escondido cosas.
Los recuerdos de la carta vuelven a mi mente, como un eco que resuena con más fuerza. Las palabras de mi abuelo, esas confesiones que parecían tan irreales en su momento, ahora cobran un sentido doloroso. Necesito respuestas. No puedo seguir viviendo en la incertidumbre. Y entonces lo recuerdo, lo que me dijo mi abuelo en esa carta; que si alguna vez necesitaba respuestas, buscase a Paco.
Me limpio las lágrimas de un manotazo, tratando de recuperar algo de dignidad. Me levanto del banco y, sin pensar demasiado, empiezo a caminar hacia su casa. No sé exactamente qué espero que me cuente, pero ya no puedo soportar seguir viviendo en la ignorancia.
Cuando llego a su puerta, dudo durante un segundo si debería estar aquí. Pero sacudo la cabeza, respiro hondo y meto la llave en la cerradura.
Entro en la casa, cerrando la puerta con cuidado detrás de mí. El sonido de la televisión se escucha desde el salón, una constante en la vida de Paco. Camino lentamente, tratando de calmarme, de no dejar que la ira me domine. Necesito entender. Necesito escuchar.
Cuando llego al salón, ahí está, sentado en su sillón, con los ojos fijos en la pantalla. Su mirada se desvía hacia mí, claramente esperando ver a Martin. La sorpresa en sus ojos al verme es innegable.
-Con que el maricón era yo, ¿no? -digo, y no sé de dónde saco la calma para decirlo con una pequeña sonrisa mientras me siento frente a él.
Paco me mira con tristeza, bajando la vista como si todo el peso de su vida le cayera encima en ese momento.
-Supongo que has leído la carta -responde con un susurro.
-Me costó unir los puntos, pero sí, ya lo entiendo todo, o eso creo -digo, sin rencor en la voz. -Mi abuelo me dice en la carta que si alguien puede darme las respuestas, eres tú.
Paco asiente, como si ya supiera que este momento llegaría tarde o temprano. Se nota cansado, como si los recuerdos lo estuvieran aplastando.
-Hace una hora habría venido hecho una furia -continúo. -Te habría mandado a tomar por culo. Te habría gritado para exigirte las respuestas. Pero he estado corriendo, sentado en un banco... y he pensado en Martin. Y, conociéndolo, si decidió guardar tu secreto, tuvo que ser por una buena razón.
Paco asiente de nuevo, su rostro envejecido se suaviza con un leve asentimiento.
-Martin es un buen chico. Te quiere mucho, ¿sabes? -me dice, y aunque sus palabras me alivian un poco, no puedo evitar sentirme mal por la manera en que lo he tratado.
-Sí, lo sé... Yo también lo quiero mucho a él. Tengo que pedirle perdón -respondo con sinceridad.
-Cuídalo, Juanjo -me pide Paco, con una mirada que atraviesa el tiempo.
Asiento, sabiendo que Paco tiene razón. Pero en este momento, más que hablar de Martin, necesito entender lo que pasó. Necesito respuestas.
-Juanjo, en cuanto a lo de aquella noche... siento haber usado esa palabra. Fue una manera injusta de intentar protegerte, yo...
-No pasa nada- lo interrumpo. - Puedo intuir por qué lo dijiste. Solo necesito explicaciones.
-¿Qué quieres saber? -me pregunta finalmente.
-Todo -respondo sin dudar. -Quiero saberlo todo. Empieza desde el principio.
Paco se acomoda en su sillón, sus ojos se pierden en algún punto lejano, como si estuviera retrocediendo en el tiempo. Y entonces empieza.
Me cuenta cómo conoció a mi abuelo en aquella sala de espera, en el reconocimiento médico de la mili. Me habla de cómo, desde el primer momento, supieron que serían amigos para siempre. Sus palabras están cargadas de nostalgia y cariño. Los imagino, dos jóvenes desconocidos, unidos por las circunstancias, compartiendo las mismas preocupaciones y la vida que les esperaba más allá.
Luego viene el viaje a Santiago. Paco sonríe al recordar esos días, cómo fue el punto de inflexión en su relación con mi abuelo. Un viaje que lo cambió todo, un momento de revelación ambos, donde se dieron cuenta de lo que había realmente entre ellos. Me habla del viaje a Portugal, de las risas compartidas, de las noches largas hablando sobre la vida, los sueños y los miedos. Y después, el traslado a Madrid.
Ahí es cuando la historia empieza a tomar un tono diferente. Paco se detiene un momento, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
-Vivimos unos meses maravillosos en Madrid -dice. -Tu abuelo y yo... éramos felices. Nos habíamos encontrado el uno al otro en un mundo que no estaba hecho para nosotros. En ese pequeño piso, éramos libres. Nos podíamos querer sin preocuparnos por la mirada de nadie más.
Me cuesta imaginar a mi abuelo así, pero también siento una punzada de dolor por todo lo que debió haber guardado en su interior durante tantos años. Lo imagino siendo feliz, por fin siendo él mismo, aunque solo fuera por un breve tiempo. Y me siento mal, de pensar que no tuvieron la libertad que tenemos ahora Martin y yo. Que no se podían dar la mano por la calle, besarse...
Paco se queda callado durante un rato. Y yo sé que hemos llegado al punto crucial de la historia.
-¿Qué pasó? -pregunto, sabiendo que es la gran pregunta que me ha traído hasta aquí. -Si erais felices... ¿qué hizo que todo empezara a desmoronarse?
Paco me mira con una expresión amarga.
-Un viaje a Magallón -dice finalmente con la voz cargada de tristeza. -Fue el principio del fin.
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All I Ask
FanfictionMartin encuentra en internet una oportunidad única: mudarse a Madrid para vivir en la casa de un anciano solitario a cambio del pago de una pequeña renta y compañía. Paco, un hombre gruñón y reservado, no tiene interés en compartir su espacio e inte...