Raúl
Final de Marzo/principio de Abril de 1967
Las ruedas del tren retumban bajo nuestros pies mientras Francisco y yo viajamos hacia el sur, llevamos esperando esta semana de permiso desde hace meses. Miro por la ventana, viendo cómo el paisaje cambia lentamente, los tonos verdes y marrones de los campos se extienden hasta donde alcanza la vista. Estamos en los últimos días de marzo, y aunque el aire sigue siendo fresco, hay una promesa de calor en el ambiente. Siento una mezcla de emociones tan intensa que apenas puedo procesarla.
Hace cuatro meses mi vida era muy distinta. Todo lo que creía saber sobre mí mismo, sobre mis deseos, sobre lo que quería en la vida, ha dado un giro de 180 grados. He estado quitando capas, revelando partes de mí que ni siquiera sabía que existían. He descubierto que debajo de la coraza que llevaba puesta durante tanto tiempo, hay un hombre que siente profundamente, y que está enamorado, perdidamente enamorado de su mejor amigo.
Lo miro de reojo, sentado a mi lado, y mi pecho se llena de una calidez indescriptible. Siempre supe que él era especial para mí, pero nunca imaginé que fuera de esta manera. Desde aquel viaje a Santiago, algo dentro de mí hizo click, como si el mundo que había conocido hasta ese momento se hubiera reordenado, y todas las piezas finalmente encajaran. Lo que siento por él es algo tan puro, tan real, que me asusta. Jamás había sentido algo así por nadie. Nunca.
Me he pasado los últimos meses intentando convencer a Francisco de que lo nuestro tiene futuro, que no tendremos que escondernos siempre, que lo nuestro es tan poderoso que puede sobrevivir a cualquier cosa. Pero, en realidad, no estoy tan seguro de eso. Estoy acojonado. Lo que le digo es más para tranquilizarlo a él que para convencerme a mí mismo. El futuro fuera de la base militar parece incierto, y la vida real no va a ser fácil. El mundo no está hecho para que dos hombres como nosotros puedan vivir su amor libremente. Pero ahora, en este momento, prefiero no pensar en eso. Quiero disfrutar de cada segundo con él. De cada mirada, cada sonrisa, cada roce.
El tren sigue su curso, y pronto llegaremos a Huelva, donde tomamos un autobús hacia El Algarve, en Portugal. No necesitamos mucho: playas, sol y un lugar en el que estar juntos sin tener que mirar por encima del hombro cuando estemos en nuestra habitación. Un lugar donde podamos ser simplemente nosotros, Francisco y Raúl, sin las etiquetas ni los miedos que llevamos cargando desde hace tanto tiempo. Dos amigos ante el mundo, que pueden ser ellos en la intimidad.
Los primeros dos días pasan rápido, entre paseos por la playa y tardes bajo el sol. El agua está fría, pero eso no importa. Lo que importa es que estamos juntos. Esos momentos, tumbados en la arena, sintiendo la brisa marina en nuestra piel, son lo más cerca que hemos estado de la felicidad completa.
A lo largo de los tres días siguientes, hacemos rutas y exploramos los pueblecitos cercanos, descubriendo cada rincón y probando la comida local. A pesar de lo cansado que estoy, cada día con él es una nueva aventura, un recuerdo más que añadir a la colección de momentos perfectos que estamos construyendo juntos.
Llega el quinto día, y tras otra caminata agotadora, volvemos al hotel después de parar en un bar para comer algo ligero. Esta vez no queríamos repetir la experiencia del hostal de Santiago; hemos ahorrado lo suficiente como para quedarnos en un hotel cómodo, un lugar donde podamos relajarnos después de días tan largos.
Tumbado en la cama, siento el cansancio acumulado en cada músculo. Francisco está tumbado a mi lado, también agotado, pero noto cómo nuestras miradas se encuentran, y una sonrisa pícara se dibuja en mi cara antes de acercarme a besarle.
-¿No decías que estabas cansado? -me pregunta en tono burlón al separarse.
-Solo los pies de tanto andar -le respondo con una sonrisa mientras me acerco para besarlo de nuevo.
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All I Ask
FanfictionMartin encuentra en internet una oportunidad única: mudarse a Madrid para vivir en la casa de un anciano solitario a cambio del pago de una pequeña renta y compañía. Paco, un hombre gruñón y reservado, no tiene interés en compartir su espacio e inte...