30. Gracias, siglo XXI

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Martin

Llevo un buen rato dando vueltas por Madrid, buscando, sin saber muy bien a dónde ir. Desde que Juanjo salió corriendo, he intentado seguirle, pero le perdí la pista casi de inmediato entre las calles del barrio. No tengo ni idea de dónde está, y eso me pone nervioso. Le he enviado un par de mensajes y lo he llamado otras cuantas veces, pero no ha respondido. Ya he dado varias vueltas a la misma manzana, como si en cualquier momento fuera a aparecer por arte de magia. La desesperación empieza a colarse en mi pecho, pero trato de mantener la calma.

Sé que los demás también están buscándolo. Nos hemos repartido por diferentes zonas, y aunque a ninguno le hace gracia la idea de que esté solo, entendemos que Juanjo necesitaba espacio. Bea se ha quedado en casa, por si se le ocurría volver, pero no ha dado señales de vida allí tampoco. La ciudad está tranquila, demasiado tranquila para la tormenta que siento dentro.

Miro el teléfono por enésima vez cuando recibo un mensaje de Denna:

Vuelve a casa amor. Ya hemos pateado varias zonas y no está por ningún sitio. No te preocupes, volverá cuando haya reflexionado y se encuentre con las fuerzas necesarias para dejar de huir.

Me detengo en seco, respirando hondo. No me gusta la idea de dejar de buscar, pero Denna tiene razón. No hay nada más que pueda hacer. Así que, resignado, comienzo a caminar en dirección a la casa de Paco.

El aire fresco de la noche me acompaña mientras trato de ordenar mis pensamientos. Todo ha sido un caos desde que Juanjo ha leído esa carta. Lo entiendo, claro que lo entiendo. Era demasiada información de golpe, demasiadas emociones acumuladas, demasiadas piezas de un rompecabezas juntándose en su cabeza. Pero no puedo evitar sentirme preocupado. Quiero estar con él, apoyarlo, ayudarlo a procesar todo lo que está pasando.

Cuando llego a la casa de Paco, noto algo raro. A pesar de la hora, la luz del salón sigue encendida. Me acerco en silencio, extrañado de que siga despierto. Pero lo que veo al asomarme me sorprende aún más. Juanjo está sentado frente a Paco, con los ojos enrojecidos, como si hubiera estado llorando.

-Juanjo -murmuro, sintiendo un alivio inmediato al verlo ahí, seguro, aunque vulnerable.

Él levanta la cabeza y me mira con una mezcla de agotamiento y tristeza. 

-Hola - Apenas me saluda con un susurro y baja de nuevo la mirada. 

No puedo contenerme. Me acerco rápidamente, me arrodillo delante de él, y le cojo las manos.

-¿Estás bien? -le pregunto con urgencia. -He estado muy preocupado por ti. Estaba acojonado de que te pudiese pasar algo.

Juanjo asiente, aunque parece más cansado que otra cosa.

-He estado corriendo -me dice en voz baja. -Y luego me he sentado en un banco... a pensar. Y... he llegado a la conclusión de que tenía que hablar con Paco.

Asiento en silencio, comprendiendo. Paco se mueve un poco en su sillón y nos mira a ambos con una sonrisa triste.

-Si no estás muy cansado -le dice Juanjo a Paco, casi con timidez-, me gustaría que te esperases un poco para irte a dormir. Necesito hablar con Martin primero.

Paco sonríe con amabilidad y niega con la cabeza.

-No estoy cansado, hijo. Os espero. Además, Martin se quedó por la misma parte de la historia que tú. Me gustaría que escuchaseis el resto juntos.

Ambos asentimos, agradecidos. Sin decir una palabra, salgo del salón y Juanjo me sigue en silencio por el pasillo hasta mi habitación. Cierro la puerta detrás de nosotros, y el silencio se instala pesado, pero cargado de emociones. Justo cuando voy a abrir la boca para decir algo, Juanjo me interrumpe, lanzándose a mis brazos. Lo abrazo con fuerza, sintiendo cómo nuestras respiraciones se sincronizan. No necesitamos palabras, al menos no ahora mismo. Sabemos que cuando nos separemos si las habrá.

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