"El amor jamás serán las palabras que decimos, porque todos podemos mentir con el corazón vacío, pero si te fijas en sus acciones y en su mirar te darás cuenta si en verdad te ama."
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La luna brillaba intensamente sobre el océano, iluminando la cabaña aislada donde Aizawa y Bridget pasaban su luna de miel. La brisa marina entraba suavemente por las ventanas abiertas, trayendo consigo el sonido relajante de las olas rompiendo contra la orilla. Era una noche perfecta, con el cielo despejado y un millón de estrellas sobre sus cabezas.
Después de un día explorando la playa y disfrutando de la tranquilidad que les ofrecía ese pequeño paraíso, ambos estaban finalmente en la cabaña. La luz cálida de las lámparas y el crepitar suave del fuego en la chimenea creaban un ambiente acogedor e íntimo.
Aizawa no podía apartar la mirada de su esposa. Bridget estaba frente a un espejo, terminando de cepillarse el cabello mientras se preparaba para la noche. Llevaba un camisón ligero y delicado, que caía suavemente sobre su cuerpo, realzando su figura de una manera que hacía que el corazón de Aizawa latiera más rápido. En ese momento, todo lo que había sucedido para llevarlos hasta ese punto parecía valer la pena.
Bridget terminó de arreglarse y se giró para mirarlo, con una pequeña sonrisa en su rostro. Aizawa no pudo evitar sentir una oleada de deseo recorrer su cuerpo. Había algo en la manera en que ella lo miraba, en la suavidad de sus movimientos, que despertaba en él una necesidad abrumadora de estar cerca de ella, de tenerla solo para él.
Aizawa se acercó a ella, levantando las manos para hablar en lenguaje de señas.
─ Ven aquí ─le indicó, con una suave expresión de ternura en su rostro.
Bridget sonrió tímidamente, pero sin dudar, se acercó a él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Aizawa la tomó por la cintura, atrayéndola hacia su pecho. Sentirla tan cerca, con su calidez y suavidad contra su piel, hizo que su corazón latiera con fuerza.
─ Eres mía ─le señaló Aizawa, sus manos moviéndose con firmeza mientras sus labios rozaban suavemente el cuello de Bridget.
Bridget se estremeció ligeramente al ver la intensidad de sus gestos y el suave rubor que coloreaba sus mejillas. Ella levantó la mirada hacia él, sus ojos llenos de confianza y amor. Sin necesidad de palabras, Aizawa sabía que ella sentía lo mismo.
Aizawa la besó suavemente en los labios, pero ese beso pronto se intensificó. Era como si cada uno estuviera tratando de demostrar lo que sentían, sin contener nada. La pasión entre ellos era palpable, una energía que se movía entre sus cuerpos, atrayéndolos cada vez más cerca.
Con un movimiento rápido y lleno de urgencia, Aizawa la levantó en sus brazos, llevándola hacia la cama que los esperaba, suavemente iluminada por la luz de la luna que entraba por la ventana. Bridget se aferró a su cuello, su respiración acelerada por la emoción y el deseo.
Una vez en la cama, Aizawa la depositó con cuidado sobre las suaves sábanas. Se quedó un momento de pie, mirándola desde arriba, tomando en cada detalle de su esposa. En ese momento, solo existía ella, la mujer que había amado durante tanto tiempo, y ahora, suya en todos los sentidos.
