Capitulo 3

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Capítulo 3:
El Lamento del Corazón

La vida de Anya en el laboratorio era una serie interminable de estudios y dolor, un año entero había pasado desde que eso inicio o al menos eso calculaba, era imposible saber el tiempo que pasaba entre estudios, pruebas y experimentaciones.

Con solo tres años, se encontraba atrapada en un mundo que no comprendía, rodeada de rostros extraños y máquinas que emitían ruidos inquietantes. Las celdas eran frías y desoladas, un recordatorio constante de su cautiverio y del amor que le había sido arrebatado.

Anya no recordaba a su madre, Elena. La ausencia de una figura materna era un vacío desgarrador en su pequeño corazón. Todo lo que sabía de ella eran los susurros de los científicos, las murmullos que llegaban a sus oídos sobre la mujer que había dado su vida para traerla al mundo. Sin recuerdos, la niña se aferraba a la idea de su madre como a un cuento lejano, un sueño que se desvanecía cada vez que intentaba recordarlo.

Las jornadas de Anya estaban llenas de estudios avanzados en diferentes idiomas, donde la niña era obligada a repetir palabras y frases que no comprendía del todo. Las lecciones eran brutales, con expertos en diferentes materias que la presionaban para que aprendiera y retuviera información, como si su joven mente fuera una máquina programable. El dolor y la frustración se acumulaban en su pecho, cada palabra que no podía pronunciar como un eco de su impotencia. Las lágrimas caían en silencio, mientras su espíritu se quebraba lentamente.

En medio de este sufrimiento, había momentos en que el mundo se desvanecía y solo quedaba la voz de su padre, Alexei. Aunque los científicos habían separado a Anya de él, había logrado encontrar maneras de comunicarse a través de las paredes del laboratorio. En la oscuridad, ella escuchaba su voz susurrante, llena de amor y desesperación.

"Anya," decía su padre, "escucha. Debemos ser fuertes. Un día, huiremos juntos. Prométeme que nunca dejarás de luchar."

Esas palabras eran un faro en su tormenta personal, pero la certeza de que cada día que pasaba los alejaba más la llenaba de miedo. La separación física no podía borrar la conexión que compartían, pero la tristeza de no poder estar juntos la consumía.

Una noche, después de un largo día de estudios, Anya se sentó en su celda, abrazando sus rodillas mientras luchaba contra el dolor y el cansancio. De repente, escuchó un ruido, un murmullo distante que la hizo levantar la vista. Era la voz de su padre, más clara que nunca, como si la distancia entre ellos hubiera desaparecido por un instante.

"Anya, escúchame," dijo Alexei con urgencia. "Esta es nuestra oportunidad. Están planeando un escape. Debes estar lista. Sal de aquí cuando llegue el momento."

Su corazón se aceleró ante la posibilidad de libertad. La esperanza llenó su ser, pero también el miedo. ¿Y si no lograban escapar? ¿Y si los atrapaban antes de que pudieran reunirse?

Justo cuando Anya se preparaba para seguir las instrucciones de su padre, el sonido de pasos resonó en el pasillo. Los científicos habían notado que algo no estaba bien. La tensión en el aire era palpable. Anya sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras esperaba ansiosamente la llegada de su padre.

Finalmente, la puerta de la celda se abrió. Alexei estaba ahí, con una expresión decidida pero llena de miedo. Anya dio un paso adelante, dispuesta a correr hacia él, pero en ese instante, un grito desgarrador resonó en el pasillo.

Un grupo de guardias apareció de repente, armas en mano. Alexei, en un intento de proteger a su hija, se interpuso entre ella y el peligro. "¡Corre, Anya!" gritó, mientras las balas comenzaron a volar.

Una de ellas impactó en su pecho, y el mundo de Anya se desmoronó en un instante. Su grito se ahogó en el aire mientras veía a su padre caer, la luz en sus ojos apagándose para siempre. El dolor en su pecho se transformó en un vacío abrumador. Sin pensarlo, Anya giró sobre sus talones y corrió, su pequeño cuerpo guiado por la pura desesperación.

Las puertas del laboratorio se abrían y cerraban a su paso mientras Anya buscaba refugio. Corrió sin rumbo fijo, sus pies descalzos golpeando el suelo frío. Su corazón latía con fuerza, y las lágrimas caían libremente, mezclándose con la lluvia que comenzaba a caer desde el exterior.

La tormenta afuera reflejaba la tempestad en su corazón. Todo lo que conocía, todo lo que había amado, se desvanecía. En su búsqueda frenética, Anya se topó con una salida, una puerta que la llevaría al mundo exterior.

Con el último aliento de esperanza, empujó la puerta y salió a la lluvia. El aire fresco la envolvió, pero el terror la perseguía. No sabía adónde ir, solo sabía que debía escapar de aquel lugar oscuro y aterrador. Era libre, pero a un costo inimaginable.

Entre competencias y secretos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora