En una cálida tarde de verano, el sol brillaba intensamente en el cielo, y las olas del mar acariciaban suavemente la orilla. La arena, caliente bajo los pies, parecía reflejar la energía del día. Entre la multitud de bañistas, había una persona que destacaba no por su apariencia, sino por la fuerza que emanaba de su ser. Era alguien que, en silencio, llevaba consigo la tormenta.
"Soy el trueno, el relámpago", pensaba mientras caminaba a lo largo de la playa. Esta persona no necesitaba elevar la voz ni buscar la atención. Era el tipo de ser humano que, con solo estar presente, te hacía cuestionarte. Te obligaba a mirar hacia adentro y a replantearte tus decisiones, tus miedos, y tus sueños.
Desde el verano pasado, algo había cambiado profundamente en su interior. Una chispa había prendido fuego a su espíritu, y desde entonces, nada había podido apagar esa llama. Ya no dependía de nadie más para mantenerse encendido; había aprendido a confiar en su propia fuerza, a encenderse por su cuenta.
Con cada paso, el calor del verano se sentía como un eco de ese fuego interior. El aire salado del mar llenaba sus pulmones, avivando aún más su determinación. Ya no era la misma persona de antes, la que alguna vez había dudado de sí misma. Ahora era un relámpago en una tormenta que nadie podía detener.
El verano anterior había sido el catalizador, el momento de transformación. En aquel entonces, decidió romper con todo lo que la detenía, dejando atrás las inseguridades y las dudas. No necesitaba la aprobación de nadie, ni que alguien más la mantuviera ardiendo. Su pasión por la vida se había convertido en una llama que nunca se apagaría.
Mientras miraba el horizonte, sabía que estaba preparado para enfrentar lo que viniera. Nada lo detendría. Estaba en llamas, ardiendo con una determinación y un propósito que lo llevarían a donde quisiera ir. No necesitaba que nadie lo mantuviera encendido, porque ese fuego dentro de el nunca se extinguiría.
El verano continuaba su curso, pero para el. este solo era el comienzo de algo mucho más grande. Porque ahora, el era el trueno, el relámpago, y el fuego que ardería por siempre.
El lunes, ellos lo destruyeron. Sabía lo que planeaban hacer con él, pero había sido precavido. En el silencio de la noche, cuando nadie lo esperaba, escapó, dejando atrás lo que una vez fue. Se ocultó en las sombras, lamiendo sus heridas y esperando el momento adecuado para resurgir.
Toda la semana pasó como un torbellino de pensamientos y emociones, pero nunca perdió de vista su objetivo. Sabía que no podía quedarse en el suelo, que el mundo no esperaría a que se levantara. Así que, con cada día que pasaba, fue recuperando fuerzas, reconstruyendo lo que habían intentado destruir.
Y llegó el sábado. Con el primer rayo de sol, sintió que algo dentro de él revivía. No era el mismo que había sido destruido el lunes; era más fuerte, más sabio. Sabía que aquel sábado no era solo un día más, sino el comienzo de algo nuevo. Su nuevo verano, su nuevo camino, comenzaba ahora.
Con el corazón lleno de determinación y el alma ardiendo con una nueva llama, se puso en marcha. Sabía que nada lo detendría, que este era solo el principio de una historia mucho más grande. Y así, bajo el cálido sol de verano, comenzó su nueva vida.
ESTÁS LEYENDO
PARADISE
PoetryPautas poeticas, inspiradas en vivencias de verano, amor y lujuria por la vida.