Capítulo 21

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La intensa luz en la fortaleza resplandeciente envolvía a Rengoku y Gyu mientras se preparaban para enfrentar a su enemigo. Los pasillos se extendían a su alrededor, con el resplandor de las lámparas colgantes creando sombras danzantes en las paredes de la antigua mansión. Aunque el entorno parecía pacífico, la tensión en el aire era palpable, y los dos cazadores sabían que no estaban solos.

De repente, el silencio fue interrumpido por un sonido ominoso, un eco que resonaba a través de los pasillos. Era un sonido conocido para ambos: el latido del corazón de Akaza, uno de los Doce Kizuki y la Luna Superior Tres. La figura del demonio emergió de las sombras, con su sonrisa sádica y su cuerpo cubierto de tatuajes que resplandecían bajo la luz.

—¡Rengoku! ¡Gyu! —la voz de Akaza retumbó en el pasillo, llena de malicia—. ¿Están listos para la verdadera batalla?

Rengoku, con su característica sonrisa decidida, avanzó un paso, desenfundando su espada con un destello de luz. Gyu permaneció a su lado, su expresión estoica ocultando la furia que hervía en su interior.

—¡Akaza! —exclamó Rengoku, sus ojos ardiendo con determinación—. Esta vez, no escaparás de la justicia.

Akaza sonrió con desprecio, flexionando sus músculos mientras se preparaba para el combate. —Me alegra que hayan venido a mí. Así podré probar que su fuerza no es rival para mi poder.

La batalla comenzó con una velocidad explosiva. Akaza se lanzó hacia ellos, sus puños cortando el aire con una fuerza devastadora. Rengoku bloqueó el primer golpe con su espada, desviando el ataque mientras Gyu se movía en un arco lateral, buscando una abertura. Los tres se movían a velocidades que eran casi imposibles de seguir a simple vista, el sonido de sus choques resonando en los pasillos como truenos.

El entorno a su alrededor se convirtió en un torbellino de movimiento. Las sombras danzaban salvajemente en las paredes, reflejando la intensidad de la batalla. Cada golpe que intercambiaban resonaba en la mansión, haciendo que las lámparas colgantes se balancearan violentamente. A pesar de la fuerza de Akaza, Rengoku y Gyu se mantenían firmes, sus movimientos perfectamente sincronizados, como si hubieran entrenado para este momento durante toda su vida.

Rengoku lanzó un ataque devastador, su espada brillando con la técnica de la Respiración de la Llama. —¡Quinta postura! ¡Rueda de fuego! —gritó, mientras su espada trazaba un arco de fuego que parecía dividir el aire mismo. El ataque chocó contra Akaza, quien apenas tuvo tiempo de desviar la hoja con un puño envuelto en energía demoníaca.

Gyu aprovechó la distracción, moviéndose con la fluidez de su Respiración del Agua. —¡Sexta postura! ¡Turbulencia! —exclamó, liberando una ráfaga de cortes en rápida sucesión, cada uno fluyendo como agua a través de las defensas de Akaza.

Akaza retrocedió, un corte profundo apareciendo en su torso. Pero el demonio solo sonrió, complacido por la resistencia de sus oponentes. —¡Así que han mejorado! —dijo con burla—. Pero aún están lejos de derrotarme.

Sin embargo, algo había cambiado en los cazadores. A medida que la batalla se intensificaba, unas marcas comenzaron a aparecer en sus rostros, brillando con un resplandor sobrenatural. Rengoku sintió un poder nuevo correr por sus venas, mientras su respiración se hacía más profunda, más controlada. Gyu notó lo mismo, la marca en su rostro pulsando con energía pura.

Akaza se dio cuenta de la transformación, y su sonrisa desapareció, reemplazada por una mueca de desconcierto. —¿Qué es esto? —murmuró, sintiendo por primera vez en siglos algo que se acercaba al miedo.

—¡La marca del cazador! —exclamó Rengoku, sintiendo cómo su poder se multiplicaba—. Este es el símbolo de nuestra victoria, Akaza. ¡Hoy, caerás!

Con un grito de guerra, Rengoku y Gyu atacaron con una fuerza renovada. Cada movimiento que hacían estaba impulsado por la marca, su velocidad y fuerza superando cualquier límite que habían conocido antes. Akaza, a pesar de su inmenso poder, comenzó a ser superado, incapaz de mantenerse al día con la furia combinada de los cazadores.

Rengoku fue el primero en golpear con precisión letal, su espada cortando a través del brazo de Akaza en un destello de fuego. Gyu lo siguió, su técnica de agua fluyendo en una danza imparable, creando un torrente que atrapó a Akaza en su interior. El demonio, atrapado en el vórtice de ataques, no pudo defenderse cuando Rengoku lanzó su golpe final.

—¡Última postura! ¡Extinción del Sol! —gritó Rengoku, su espada descendiendo con la fuerza de una estrella en explosión. El ataque impactó directamente en el corazón de Akaza, atravesándolo con una fuerza que hizo que la mansión entera temblara.

Akaza gritó en agonía, su cuerpo comenzando a desintegrarse bajo la intensidad del ataque. Pero incluso mientras se desvanecía, su voz resonó con una mezcla de rabia y admiración. —¡Malditos! ¡Han ganado... pero no olviden... que esto... no es el final!

Con esas últimas palabras, Akaza se desintegró en cenizas, su forma demoníaca finalmente derrotada.

Rengoku y Gyu se quedaron en silencio por un momento, respirando con dificultad mientras el resplandor de la marca en sus rostros comenzaba a desvanecerse. El pasillo, que había sido testigo de su feroz batalla, ahora estaba en silencio, con solo el suave parpadeo de las lámparas colgantes como testigo de su victoria.

—Lo hicimos... —dijo Rengoku, rompiendo el silencio con una sonrisa cansada.

—Sí, pero esto es solo el comienzo —respondió Gyu, su mirada seria mientras observaba las cenizas de Akaza. Sabían que aunque habían ganado esta batalla, la guerra contra Muzan y los demonios estaba lejos de terminar.

Pero por ahora, sabían que habían dado un gran paso hacia la victoria final.

Izuku el de las 5 respiraciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora