Capitulo 25

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El grupo de cazadores poco a poco comenzaba a subir del lugar hasta llegar a la superficie, uno de los primeros en subir fue Izuku quien la fatiga comenzaba a salir.

Izuku jadeaba, empapado en sudor y sangre. Cada respiración que tomaba dolía como si su pecho estuviera a punto de colapsar, pero no podía detenerse. Frente a él, Muzan Kibutsuji, el origen de todo mal, el demonio que había arrebatado la vida de su madre, permanecía de pie, sus ojos rojos llenos de furia y desprecio. Los pilares se habían reunido alrededor de Izuku, formando una barrera de espadas, respiraciones y voluntad inquebrantable. Sin embargo, la presencia de Muzan seguía siendo opresiva, como una sombra que devoraba la esperanza.

—Pensé que podrían hacer algo más interesante —dijo Muzan, con su fría y despectiva voz—. Pero veo que no son más que insectos. Todos y cada uno de ustedes.

El aire alrededor de los cazadores de demonios se llenó de tensión. Las heridas ya comenzaban a pasar factura en muchos de ellos. Bakugo, Denki y Kirishima se tambaleaban visiblemente. Bakugo, siempre lleno de orgullo y furia, tenía un brazo colgando inerte a su lado, cubierto de quemaduras y cortes profundos. Sus cortes, normalmente tan destructivas, habían perdido parte de su fuerza.

—Maldito... todavía... ¡tengo energía para aplastarte! —gruñó Bakugo, empapado en sangre, lanzándose hacia Muzan en un último intento desesperado.

Denki, a su lado, ya había perdido el control de su energía. Su electricidad chisporroteaba débilmente, sus músculos tiritaban por el agotamiento y las heridas. Incluso Kirishima, con su espada, tenía profundas grietas que mostraban que su defensa había sido superada.

Rengoku, Gyu y Gyomei, por su parte, también estaban al límite. Rengoku, con su usual sonrisa desafiante, había perdido la vista en un ojo, y una herida profunda en su costado sangraba profusamente. Sin embargo, aún estaba de pie, manteniendo su espada en alto.

—No importa cuántas veces me derribes —dijo Rengoku, su voz firme pero debilitada—, mi espíritu nunca será derrotado.

Gyu, siempre sereno, respiraba de manera irregular, su haori rasgado y cubierto de cortes. Aún así, mantenía una postura defensiva, listo para proteger a los que aún quedaban en pie. Gyomei, el pilar más fuerte, había sido derribado de rodillas. Sus músculos temblaban por el esfuerzo titánico de la batalla. La gran maza que portaba, normalmente una extensión de su fuerza, estaba hecha añicos en el suelo. Sin embargo, su determinación seguía intacta.

—El sacrificio es parte de nuestra vida como cazadores de demonios... —dijo Gyomei en voz baja, cerrando los ojos con tranquilidad mientras intentaba mantenerse de pie—. Pero esta batalla... no ha terminado aún.

Mientras tanto, Izuku observaba el caos a su alrededor. El suelo bajo sus pies estaba destrozado, fragmentado por la feroz batalla. Pedazos de roca, polvo y sangre cubrían el paisaje, mientras que el cielo oscuro parecía observarlos como una amenaza omnipresente. Los gritos y jadeos de los demás cazadores resonaban como un eco lejano en sus oídos.

Setsuna y Momo, gravemente heridas pero conscientes, yacían en el suelo, incapaces de levantarse. Momo había agotado todas sus técnicas, con profundas heridas en su abdomen que la hacían temblar por el dolor. Setsuna, luchando por mantener los ojos abiertos, sentía cómo su cuerpo colapsaba por el agotamiento.

—Izuku... —murmuró Momo, tratando de moverse sin éxito—. Tienes que... detenerlo. No... no dejes que esto sea en vano.

Mirko, con su respiración agitada, había sido empujada al límite. A pesar de su extraordinaria fuerza y agilidad, una herida profunda en su pierna la había dejado fuera de combate. Mitsuri, a su lado, con sus largas y desgarradas cintas de su espada, también había caído. Su sonrisa habitual se había desvanecido, y las lágrimas caían por sus mejillas mientras intentaba levantarse sin éxito.

Izuku el de las 5 respiraciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora