La barrera que nos separa

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Las noches en el templo eran largas, casi interminables. La oscuridad envolvía cada rincón, y el silencio solo era interrumpido por el eco de pasos que parecían resonar desde las profundidades mismas de las sombras. Sin embargo, desde aquella misión en la aldea, algo había cambiado entre Yuki y yo. Su mirada ya no era tan fría, pero tampoco podía decir que se había suavizado. Era como si una barrera invisible se hubiera levantado entre nosotros, una que ambos sabíamos que existía, pero que ninguno se atrevía a mencionar.

Durante el día, nuestros entrenamientos se habían vuelto más rigurosos. Zed nos observaba con una mirada que parecía perforar el alma, como si estuviera esperando algo de nosotros, algo que todavía no había logrado definir. Aprendí a concentrar el poder de las sombras en mi espada, creando un filo que podía cortar incluso el aire mismo, dejando un rastro oscuro que se disipaba como humo.

Yuki, en cambio, parecía más reservada. Ya no hablaba tanto durante las sesiones de entrenamiento, y sus movimientos, aunque siempre precisos, eran más mecánicos, como si estuviera repitiendo una rutina que había memorizado hacía mucho tiempo. Pero sus ojos... sus ojos reflejaban un torbellino de emociones que me preocupaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Una noche, después de uno de los entrenamientos más agotadores que habíamos tenido, me dirigí al patio central para despejar mi mente. La luna, apenas visible entre las nubes, proyectaba sombras largas y retorcidas sobre el suelo de piedra. Me senté en una de las piedras, dejando que la frescura de la noche me envolviera, intentando calmar el caos en mi interior.

—¿No puedes dormir? —La voz de Yuki, suave pero firme, me sacó de mis pensamientos.

Me giré y la vi de pie, a unos metros de distancia, envuelta en una capa negra que parecía fundirse con la oscuridad a su alrededor. Sus ojos brillaban con la luz tenue de la luna, reflejando una intensidad que me hizo sentir como si pudiera ver a través de mí.

—Solo necesitaba un poco de aire —respondí, intentando mantener la conversación casual. Pero sabía que con Yuki nada era realmente casual.

Ella se acercó, sus pasos casi inaudibles sobre el suelo de piedra, y se sentó a mi lado. Por un momento, ambos nos quedamos en silencio, observando el cielo nocturno.

—¿Alguna vez has pensado en qué harás cuando termine tu entrenamiento aquí? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.

La pregunta me tomó por sorpresa. Hasta ahora, no había pensado mucho en el futuro. Estaba tan concentrado en dominar las sombras y en sobrevivir a cada día en el templo que el futuro se había convertido en un concepto distante, casi irreal.

—Supongo que volveré a mi vida de antes, como espadachín —dije, aunque la respuesta sonaba vacía incluso para mí.

Yuki guardó silencio por un momento antes de responder.

—Para mí, no hay un "después" —dijo finalmente, con una tristeza en su voz que rara vez había mostrado. —Este templo es todo lo que conozco, todo lo que soy. Mi vida está aquí, en las sombras.

No supe qué decir. Sabía que Yuki tenía una conexión profunda con el templo, pero escucharla hablar así me hizo comprender lo sola que debía sentirse. ¿Cómo podía ayudarla a ver que había más allá de las sombras, si ella misma no lo creía?

—Yuki... —comencé, pero me detuve, sin saber cómo continuar. Las palabras parecían insuficientes para expresar lo que quería decirle.

Ella se giró hacia mí, su mirada intensa y penetrante.

—Red, tienes la oportunidad de elegir. No te dejes atrapar por las sombras como lo hice yo. Eres fuerte, y tienes un buen corazón, a pesar de todo lo que hemos hecho aquí. No dejes que este lugar te consuma.

Sus palabras me dejaron sin aliento. No esperaba esa sinceridad de parte de Yuki, y menos en ese momento. Sentí que debía decir algo, hacer algo para romper la barrera que nos separaba, pero antes de que pudiera reaccionar, ella se levantó y comenzó a alejarse.

—Debemos descansar. Mañana será un día largo —dijo, dándome la espalda.

La vi desaparecer en la oscuridad, dejando tras de sí un vacío que no sabía cómo llenar. Me quedé en el patio un rato más, pensando en lo que me había dicho. ¿Era posible escapar de las sombras? ¿O estaba destinado a convertirme en parte de ellas, como lo había hecho Yuki?

Una cosa era segura: debía encontrar una manera de proteger a Yuki, aunque eso significara enfrentar mis propias sombras y redefinir mi destino. Porque si ella podía encontrar un camino hacia la luz, quizás yo también pudiera.

Un nuevo mundo, Runterra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora