La rosada estaba sentada con los brazos cruzados.

Su cuerpo entero estaba tenso, como una cuerda a punto de romperse. Lo odiaba.  Lo odiaba tanto que no sabia si podia controlarse.

Agitando la cabeza de un lado a otro con furia. Se miró por un momento olvidándosede sus palabras. Ella estaba un desastre.  La piel está ligeramente enrojecida, no solo por la heridaen la pierna, si no también por la ira a punto de estallar. Pero aún así, ella aguantó, conteniendo el grito que quería salir.

Su pecho sube y baja con respiraciones profundas y rápidas. ¿Cómo se le ocurrió amenazarla con su propia vida en su estado?, ¡¿Acaso se había vuelto loco?!. Apretaba sus manos en puños por eso al recordar las palabras, contenía una fuerza que amenaza con escapar y que segura, terminaría en una pelea entre ambos.

Respiro profundo después de unos minutos. Devia calmarse. Miro a todos lados, se encontraba en una cueva húmeda y oscura, tenía que pensar en algo mejor que intentar asfixiarlo con sus ojos, pues lastimosamente, lo necesitaba. 

La luz del sol se filtraba lentamente a través de la entrada de la cueva, como si estuviera titubeando antes de adentrarse en la oscuridad. Al principio, antes de que despertará era solo un débil resplandor, apenas iluminaba las sombras. Pero ahora, la luz se hizo más fuerte, más decidida, y comenzó a iluminar las paredes de la cueva con un cálido resplandor dorado. Eso fue un gran alivió. Las sombras desaparecieron revelando la rugosidad de las rocas.

Toco su espalda de inmediato, recordando como la empujó hacia ella sin cuidado alguno.  Solo para que se mantuviera quieta. Apretó los dientes ante el dolor,  seguramente estaba con ligeras raspaduras. Sabía que el azabache era brusco en algunas cosas, pero con ese acto, demostró su carácter salvaje y primitivo.

El sol creaba un efecto de contraste a medida que la luz se adentraba más en la cueva. Iluminaba su figura. Su silueta se perfilaba con mayor claridad, y su rostro, aunque aún tenso y preocupado, parecía suavizarse un poco bajo el cálido resplandor del sol.

Olvida eso, solo apurate.

Se movió con rapidez. Con manos temblorosas, intentaba alcanzar su ropa mojada de donde la había tirado. Intentaba moverse con esfuerzo, pero el dolor agudo en su pierna la hacía gemir con cada movimiento. Con una mano, intentaba tomar su ropa y arrastrarla hacia sí, pero el peso y la humedad en la tierra la hacían resbalar de sus dedos.

Gruñó de frustración y dolor, intentando de nuevo tomar la prenda, tratando de cubrirse lo mejor posible. Su mirada iba constantemente hacia la entrada de la cueva, observando la espalda del azabache ya fuera, visualizando el bosque.

Idiota.

Finalmente, logró agarrarla y la arrastró hacia sí, intentando cubrirse con ella sin ponérsela. El dolor en su pierna era intenso, sin embargo lo resistía.

Con un esfuerzo final, logró cubrir su ropa en su cuerpo, temblando un poco. Se puso de pie, intentando recuperar la compostura, sosteniéndose de la pared. Su pierna dolorida la hacía cojear, pero ella ignoró el dolor y se dirigió hacia la entrada, esperando recibir el calor del sol después de una dura tormenta.

Una vez que llegó, se derrumbó exhausta. Ardía y dolía al mismo tiempo. Se detuvo a la entrada de la cueva, apoyándose contra el marco de la roca para descansar su pierna dolorida. Había estado cojeando durante lo que parecía una eternidad.

A medida que el sol comenzaba a salir de detrás de las nubes, la rosada cerró los ojos y dejó que los rayos cálidos la envolvieran. El calor se filtraba en su piel, aliviando el frío y la humedad que se habían acumulado en su cuerpo.

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