La tradición, es el corazón y la ley de un pueblo. Es el hilo conductor que unía a las generaciones pasadas, presentes y futuras. Es el legado que se transmitía de padres a hijos, de abuelos a nietos.

Cada familia, cada hogar, cada individuo, era cuidadosamente observando. La ley que lo representa, hace que la mayoría no caiga ante la displicencia, ni el desorden.

Pero la tradición no era solo una serie de costumbres o mandatos. Era una forma de vida que los mantenía a vivir mejor entre ellos, a salvo de todo peligro y de lo que podía causar un problema en los años futuros.
Las reglas son primordiales, y cualquier fractura que ponía en peligro su legado, era castigada con severidad.

El azabache empezó las entregas a primera hora del día. Empezó con las más atrasadas desde su partida. No estaba dispuesto a esperar a un descanso para ponerse al día y se lanzó a trabajar sin pausa.

El sol apenas comenzaba a iluminar las calles empedradas mientras avanzaba con paso firme, entregando paquetes y mercancías a los habitantes del pueblo con eficiencia y determinación. Una actitud ya conocida para todos. Sin embargo, en el transcurso del camino, no faltó algún que otro comentario irrelevante que arruinaba su tranquila mañana.

Enfrentó reclamos de algunos clientes que lo conocían desde antes. Algunos recordaban su pasado y cuestionaban su regreso. Los murmullos y las miradas sospechosas lo acompañaban en cada entrega.

Al parecer, la rosada ya había mencionado que ambos habían regresado juntos. Todos lo miraron como un completo extraño, como un viajero que debía ser interrogado. Incluso tuvo que soportar las miradas del alcalde cada maldita mañana.

No le importaba. Siempre le tenían miedo. La mayoría al verlo cortaban sus propias palabras tratando de ignorarlo, alejándose de su vista. Pero desgraciadamente, alguien ya había puesto sus ojos en él y no los quitaba en ningún segundo.

___ Seas bienvenido, Shadow. Nos alegra saber que tanto tú como la señorita Amy regresaran asalvo. ___ dijo el alcalde que se acercó a él, hablando tranquilamente, saludando la cabeza a las personas que lo saludaban en el camino, pero sin dejar de verlo ___ Se que estas empezando tu labor, pero nos gustaría tener una conversación con respecto a su regreso.__

¿Nos gustaría?

Era la primera vez que le hacían ese tipo de preguntas.

Jeff, era su nombre. Unos años mayor que él, pero no tanto como para ser considerado un anciano. Sin emanaba este erra diferente. Se convirtió en alcalde del pueblo, asumió ese cargo tras la muerte de su padre.

Con apenas unos años más que él, Jeff había acumulado experiencia y sabiduría. Firme en algunas ocasiones y sereno ante una acusación. Había visto la muerte desde niño, la sangre de su propio padre manchando sus manos al intentar salvarlo. Debía estar traumado, molesto, sin expresión alguna, cruel incluso, pero no.

Después de tantos años, aún mantenía la tranquilidad en su rostro a pesar de haber pasado una masacre tras otra.

No le agradaba el alcalde en absoluto. Consideraba que era un lobo que ocultaba secretos a los demás. Había cosas que era necesario contarlas, pero él solo se mantenía callado, argumentando que había una solución y que no había motivos para alterar al pueblo.

Sin embargo, el verdadero error de Jeff era haberse aliado con ese trío de incompetentes que se hacían pasar por salvadores, cuando en realidad deberían estar enfocados en resolver los problemas que afectaban al pueblo desde fuera.

___ No ____

Retomo su caminó, pero nuevamente fue detenido al verlo interponerse en medio, empezando a molestarlo ___No tengo nada que responder. ___

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