Una almohada.

Una almohada muy caliente y suave.

La rosa se encontraba inmóvil. Sumida en un profundo sueño, con su cabeza apoyada en una almohada suave y cálida. Su rostro estaba relajado, con una expresión de paz y tranquilidad que no querían molestarla. Mientras dormía, su cuerpo comenzó a reaccionar al tacto de la misma. Sus párpados se movían ligeramente, bailando al ritmo de sus sueños. Sus labios, suaves y delicados, se curvaban en una ligera sonrisa, disfrutando de una sensación placentera, olvidándose de todo por completo.

Que comodidad.

Sus hombros, estaban relajados y descargados, parecían hundirse en ella , como si estuvieran siendo abrazados por una fuerza invisible.

Calida . Esa era la palabra para describirlo.  Cálida. Sus manos subieron lentamente, intentando agarrar un poco de ese calor y enroscarse en ella al sentir algo de frío subiendo por la espalda, pero no podía. Aunque por sus manos pudo sentir algo extraño, un movimiento ligero y blando a la vez , en las yemas de sus dedos sintió la suavidad mientras las recorría por todos lados, pero también, sintió algo grueso con el tacto. Frunció las cejas con los ojos cerrados.

Respira.

Eso llamó su atención. Una respiración profunda y regular, con un ritmo lento y constante. Algo se levantaba y bajaba con tranquilidad imitando la suya . La sonrisa suave en su rostro cambió drásticamente de un momento a otros. Con su cabeza apoyada en un lugar que creía ser una almohada suave y cálida, se alejó con delicadeza presionando sus labios, deseando no ver lo que claramente imagina su mente. Sin embargo, en realidad, sí fue así.

Al abrir los ojos, vio que su cabeza estaba apoyada en el pecho del erizo, que dormía bajo ella con una expresión de tranquilidad y constante.

¡Qué rayos!

Se maldijo por dentro.

En su sueño, la rosa  imaginaba que estaba durmiendo en una almohada suave y esponjosa, que la envolvía en un abrazo protector y la hacía sentir segura en la comodidad de su casa. Pero, en realidad, era el pecho del azabache que la estaba sosteniendo, abrazandola y aliviandola con una respiración profunda y regular.

__ demonios ___ susurró 

Como un balde de agua fría, despertó como si tuviera un estremecimiento. La calidez y la suavidad que sintió, desapareció por completo. El aire frío y húmedo la envolvió de inmediato, como si estuviera envuelta en una manta de hielo. La lluvia intensa de la noche anterior había convertido la cueva en una nevera natural al tenerlo cerca. No le gustaba.

Mientras trataba de moverse, sintió el peso de la humedad en su ropa y cabello. ¿Cuánto tiempo había dormido? Vio al azabache un momento. Su respiración era visible en el aire congelado, se notaba a toda vista su tranquilidad a pesar del frío, lo cual le parecía extraño. 

Sin embargo. lo que más le extrañó fue su actitud. Nunca esperó que actuará de esa manera. Aunque era lo menos que podía hacer.

La rosada se sentó con cuidado, no le gustaba como su cuerpo subía y bajaba lentamente con la respiración del azabache bajo ella. Se apartó frotándose los brazos y piernas para intentar generar algo de calor, pero al hacerlo sintió frío en sus manos. 

Se miró a sí misma con sorpresa y confusión, sus ojos recorriendo su cuerpo como si estuviera viéndolo por primera vez. Su rostro se sonrojó intensamente al darse cuenta de que estaba completamente desnuda.

___ ¡Como te atreves!___

Se alejo con un sobresalto, encontrándose en una situación que no recordaba. Estaba acostada en el  pecho del azabache, solo con su ropa interior, casi desnuda. Se sentó de golpe a un lado, mirando a su alrededor con terror.

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