Las horas siguen. Los minutos pasan tan rápido que parecía no contar con los segundos.

El viento golpea su cuerpo de manera débil, como una pequeña caricia. El bosque se hace más pequeño a medida de que siguen caminando, pero no puede evitar sentirse frustrado. Al paso que daban, estaba seguro de llegar más que tres días al pueblo. A ese paso quizás lo harían en dos semanas.

Mientras ella caminaba, su mirada no se desvía de él, como si estuviera desafiándolo a decir algo, a hacer algo que justifique su rabia. Pero también hay algo más en su mirada, algo que va más allá de la ira. Hay un cansancio profundo, una fatiga que parece haberse apoderado de todo su ser.

Pero al azabache no parece importarle.

Caminaba tan lento, que la tortuga sería una mejor compañía, ya que no tendría que soportar los incontables jadeos, detrás de su espalda, agonizando de dolor. Lo que le hizo cuestionar, si debía cargarla nuevamente.

___ Podrías apurarte ___ se paró en medio del caminó  largo y limpio, que los llevaba a su hogar.

Después de esa pequeña disputa entre ambos, se encuentran de pie en un camino de tierra bien sellada, que se extiende ante ellos como una línea recta y perfecta.

Una salida.

Por suerte para ambos, encontraron el camino correcto. Lo recordaba demasiado bien y podría decir que poco a poco, estaban llegando a su fin. Aunque eso solo podía decirse el mismo, ya que la rosada no quería mencionar ninguna palabra. 

No entendía, como no podía caminar,  si a su alrededor, la tierra está despejada de cualquier obstáculo, sin rocas, sin maleza, sin nada que pueda dificultarla. Era utilizado con frecuencia, ya que la tierra está bien pisada y por desgracia, no había señales de que alguna carreta paso por el lugar. Pero si lo hubiera, pedirían ayuda, antes de entrar al camino que todo viajero le temía.

La curva estrecha.

El azabache mira hacia adelante y atrás constantemente. El sol se metía poco a poco. Busco alguna señal que le indicará que estaban siendo vigilados  sin embargo,  solo la vio a la rosada y en cómo, cada vez ,bajaba la velocidad de sus pasos, hasta que se detuvo.

Detenerse podría causarles más retraso. Y sin la ayuda del sol, podrían perder lo único que tenían a mano.

Su vida.

___ No me hables.___ mencionó con voz dura, apoyandose a un árbol, cansada___  No quiero escucharte nunca en mi vida.___ pronunció ___ Y si tanto quieres largarte, hazlo. No tengo miedo quedarme sola___

El erizo volteó a verla ante su comentario, alzando una ceja en su dirección, molesto. Mientras ella lo mira con una rabia contenida. Preguntándose porque los cielos le habían castigado de esa manera.

Sus pies le duelen. A cada paso que daba era un recordatorio de que tenía una herida. Pero ese dolor físico ha logrado algo extraño: ha distraído su atención del dolor emocional que la ha estado consumiendo por culpa del azabache. Por un momento, el dolor de su corazón se ha visto eclipsado por el dolor de sus pies.

Aun así, la rabia sigue estando ahí, latente, esperando a que el dolor disminuya para volver a lo mismo. Su objetivo principal. Alejarse de él.  Pero por ahora solo tenía que apoyarse en la madera, con la mirada fija en él, como si estuviera desafiándolo a enfrentar la tormenta que se está gestando dentro de ella.

___ No seas estúpida, Rose. Camina.___ declaró  tomando su mano, haciendo que su bastón cayera al suelo y empezar a caminar sin importar su herida.

El azabache estaba tenso, con todos sus sentidos en alerta. Podía sentir la presencia de que los estaban vigilando. Sus ojos escanean el entorno, mirando a todos lados, mientras su cabeza gira ligeramente para captar cualquier sonido. Sus orejas están atentas, concentradas en los pasos que se acercan. Cada vez más cerca y ellos seguían pasando por ahí.

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