4

469 53 11
                                    



Había caminado durante horas sin rumbo fijo. Dando vueltas en medio de la tormenta con una notable frustración en su rostro con cada paso que daba a pesar de la gravedad del clima, pero no le importó. Escuchar el sonido de la lluvia al chocar era más preferible que el molestoso sonido de sus gritos.
Quería salir de ese sintió como diera lugar, había llegado a su límite de tolerancia. Odiaba seguir escuchando su voz reclamando incluso del mismo aire compartido, pero lo que encontró, fue más devastador de lo que esperaba.

El camino alternativo al pueblo estaba bloqueado. Los árboles derribados formaban una barrera casi impenetrable de ramas rotas y troncos astillados. Sin contar con la inestabilidad del suelo que estaba cubierto de escombros. Pequeños árboles arrancados de raíz que podían atravesar sus zapatos sin problemas. Las rocas sueltas y la negrura del barro hacían el avance casi imposible. Dudó en volver por ese camino. Suspiró con impotencia apretando las palmas de sus manos sin pensarlo más.

Su calvario estaba lejos de terminar.

El ambiente estaba cargado de un olor a humedad y madera podrida. El silencio era roto solo por el sonido de las ramas crujiendo bajo su peso sin cuidado. Mientras el viento susurraba suavemente al cesar la lluvia, mejorando su visión, pero el sonido parecía un eco de la frustración junto la rabia que lo consumían por dentro. De pronto, el aire se sentía pesado y quieto, como una capa de hielo que cubría todo a su paso empujando su cuerpo con un peso helado. Aun así siguió adelante, exhalando el aliento frío de sus labios al primer saltó que parecía congelar el aire a su alrededor.

Al menos eso calmaría su interior. Pero para su débil cuerpo recostado en la cueva, solo aumentaría su estado.

Apresuró el ritmo de su caminata sin intención de volver atrás. No había cantidad de dinero que pudiera persuadirlo de regresar por su propia voluntad, ni amenaza que lo obligará pues quien lo hacía dejaba de respirar. Pero la luz del día se estaba desvaneciendo rápidamente, y con ella, el bosque se estaba tornando cada vez más helado, lo que le provocó un escalofrío momentáneo en su pelaje y a ella, posiblemente un infierno en vida.

Curvó levemente la comisura de sus labios al pensar en su estado. Un mejor castigo que no provenga de sus manos sería gratificante. Culparía las condiciones del clima por dicho accidente. Sin embargo. Ese pensamiento solo era una posibilidad y no una certeza, ya que podría ocurrir lo contrario. Causando problemas cuando pretendía salir de ellos. No estaba dispuesto a sufrir otra recaída, y mucho menos asumir el cuidado de una persona bastante débil y enferma. Esa idea le resultaba completamente inaceptable y recordarla, solo hacía revivir la rabia de su interior al cometer su mayor error. Quedarse.

Lanzó una fuerte patada que destrozó una de las ramas gruesas que obstaculizan su camino, liberando el aire acumulado en su interior, pensando en cuidarla de nuevo si eso sucedía. Maldijo a la naturaleza por haberlo llevado a esa situación, olvidando la belleza que una vez caracterizó ese lugar y ahora parecía haberse desvanecido, borrando por completo la tranquilidad que le había ofrecido antes de su cambio.

Era la única responsable de su desgracia.

Alzó la vista hacia el cielo, y las nubes oscuras le indicaron que la noche estaba empezando a caer. Aceleró el paso, escaneando el terreno con urgencia en busca de cualquier señal de alimento o un refugio donde pudieran encontrarla. Incluso una cabaña abandonada sería bienvenida. Pondría el fuego ardiente para que dieran con ella de inmediato mientras se alejaba. Con ese pensamiento, su mirada se movió rápidamente de un lado a otro, examinando cada detalle de la zona, árboles, rocas, arbustos y cualquier cosa que pudiera ofrecerle sustento durante el viaje. Sin embargo, su búsqueda fue en vano. No había nada a su alrededor más que el barro en sus pies cubriendo todo como una segunda capa. Daba asco.

INSTINTO ANIMALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora