El bosque era un oasis de serenidad, un refugio de belleza y frescura en medio de la vasta extensión de la naturaleza. Los rayos del sol se filtraban a través de las hojas verdes de los árboles, creando un juego de luces y sombras que bailaban en el suelo.

El aire estaba lleno del dulce aroma de las flores silvestres y el canto de los pájaros, que se mezclaba con el suave susurro del viento que acariciaba las ramas. El suelo estaba cubierto de una alfombra de musgo suave y hojas secas, que crujían suavemente bajo los pies mientras caminaba.

Una vista perfecta. Bastante hermosa para cualquier ser.

Menos para dos erizos.

El sonido de sus peleas resonaba por todo el bosque, un eco de gritos, jadeos y golpes que se mezclaba con el canto de los pájaros y el susurro del viento. Los gritos de ira y frustración se alternaban con el sonido de ramas quebradas y hojas crujientes bajo sus pies.

Si. la rosada se quejaba con voz lastimera y desesperada, sus palabras se perdían entre los árboles del bosque. Sus quejas se mezclaban con el canto de los pájaros y arruinando el oído del erizo ya cansado de escucharla.

Dolores de cabeza. Mareos. Excusas que lo obligaban a hacer paradas y pequeños descansos que lo frustraba demasiado.

___tengo sed..___ dijo cansada ___ Podrías caminar más deprisa.____

___ Llegaríamos antes si no te la pasarás quejandote a cada rato ___ mencionó tratando de guardar la calma__ ¡Y deja de moverte!___

El azabache estaba cansado. Descender lentamente por la colina, fue mas difícil de lo que imagino. Su cuerpo inclinado hacia adelante por el peso de la rosada que llevaba en su espalda, solo aumentaba su deseo de tirarla al suelo y seguir. Podía aguantar casi de todo, pero sus brazos temblaban ligeramente por el esfuerzo de sostenerla con cuidado, a pesar de sentir sus movimientos que ella misma ocasiona al no sostenerse.

Pero lo que parecía agotarlo aún más que el peso físico, era la tormenta de gritos y quejas que ella desataba en su oído cada momento. Sus palabras cortantes y acusatorias parecían taladrar su mente, dejándolo cada vez más exhausto y molesto.

Literalmente, caminaba con irritación, estaba enrojecido por la rabia contenida. A veces pensaba que lo hacía a propósito, solo para fastidiarlo.

¡Esto es humillante! Pensaba el azabache mientras caminaba. Con sus ojos fijos en el suelo, buscando un río o un arroyo donde poder saciar la sed que empezaba a sentir.

La rosa, por su parte, se aferraba a su propio cuerpo con una mano, mientras que con la otra se cubría la boca, tratando de contener los rugidos de su estómago, que parecían resonar en el oído del erizo como un tamborileo constante.

El azabache gruñía y resoplaba por eso. Mirada y escaneaba el horizonte en busca de cualquier señal de agua o comida. Su paso era brusco y apresurado, como si estuviera tratando de escapar de la situación en la que se encontraba.

___ ¡Hay!___ chillo__ ¡Camina con cuidado! Que no ves que estoy herida ___ reclamó sintiendo el ardor de su pierna.

La rosada, por su parte, se balanceaba en su hombro con dolor, como una bolsa de papas, con su cuerpo flácido y sin resistencia, mientras su estómago seguía rugiendo y protestando por la falta de alimento. Él la sostenía con una mano, mientras que con la otra a veces se cubría el oído, tratando de bloquear el sonido de los rugidos de su estómago, que parecían estar volviéndolo loco.

___ Pues, sujetate. No pienso parar___

___ ¿Cómo?. Ni creas que voy a tocar tu espalda___

___ La vista de tu trasero tampoco es agradable, asi que hazlo___

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