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El cielo amaneció cubierto de nubes negras, oscureciendo gran parte del manto azul y de lo que sería una cálida mañana. Lentamente, la luz era absorbida por debajo de una bruma gris, tratando de ocultar hasta el más mínimo pedazo de sol, convirtiéndose en una noche oscura a mediados del mediodía.

Se balanceaban unas tras otras, moviendo las ramas y las hojas con suavidad, bailando entre ellas de forma lenta en una danza brusca a cada segundo del empuje del viento. Aunque no lo pareciera, los árboles mismos, sin poder detenerla se preparaban para enfrentarla. Algunos cerrando la delicadeza de sus pétalos, escondiéndose de la tempestad que se aproxima y otros, esperando su llegada, aceptando su destino como si fuera final.

De repente, el silbar del aire fue detenido, apagando el sonido en un silencio sepulcral que duró solo dos segundos, como si los mismos árboles estuvieran conteniendo la respiración. Una gran gota cayó de las alturas, golpeando la primera hora en uno de los árboles más antiguos y más años de pie, seguida de otra, luego otra y otra, hasta que la lluvia comenzó a caer en grandes cantidades cubriendo el lugar en una manta de agua dejando a todos sin salida.

Los más pequeños corrían ante el rugir del viento en direcciones opuestas a su hogar, ocultándose de la niebla que se lanzaba sobre sus cabezas, aumentando el latido de su corazón. Al mismo tiempo de aquellos que ya se encontraban en el diminuto abujero debajo de las piedras más cercanas y madrigueras, lejos de la furia de las nubes que era alimentada del soplar del cielo. Se protegían con fervor, apegándose a la dureza de la misma como si su vida dependiera de la resistencia de su refugio, aguardando la esperanza de ver un nuevo día.

Decisión que se encontraba nadando por el aire, esperando culminar su trabajo, así fuese el destino de llevarse al ser más grande, o a la criatura más pequeña.

En un instante, el bosque se levantó al eco del rugido estremecedor de las nubes transformándolo en un sonido que paralizó a todos los que se encontraban cerca, aumentando el miedo y apagando la ilusión que sostenían sobre ellos al creer estar a salvo.

La tranquilidad que apenas reinaba momentos antes por su potencia fue reemplazada por los retumbos que se alzaron bajo el choque de la luz cegadora, golpeándose entre sí a cada parpadeo en un estallido luminoso que al escucharlos ahogan la respiración, sintiendo la tierra temblar bajo sus patas.

Un valle que un día llegó a convertirse en un lugar encantado, lleno de flores y vegetación, ahora era convertida en el más lamentable escenario de dolor y muerte para quien se encontraba cerca.

Sin embargo, lejos de todo ese caos. Ellos..

no pensaban lo mismo.

—Ah..—jadeó — E-espera..

—No.

La tormenta se intensificó. La oscuridad se cerraba alrededor de la zona como si la propia noche se hubiera despertado para unirse mientras el sonido aumentaba, haciendo que las mismas raíces se estiraren hacia abajo en busca de estabilidad. Al mismo tiempo las cascadas se unían a los arroyos, empezando a formar ríos de lodo andante en medio de sus ramas anchas, empujando el tronco de aquel árbol fuerte que por la cantidad de grietas en su corteza, llevaba años sobre la tierra, obligándolo a desplomarse contra el suelo en un golpe seco.

—ah..

Y en medio de todo la destrucción, la crueldad de las rocas chocando entre sí, y el soplar del viento que hacía el diluvio un látigo azotador en la tierra con cada gota, un sonido jadeante se escuchó en lo más profundo del bosque.

—Shad..—tragó con dificultad —,detente..

—Aguanta.

Un sonido breve. Tan leve que a cada segundo se transforma en un gemido suave y sutil por momentos, pero a medida que pasan los minutos va aumentando su gravedad.

INSTINTO ANIMALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora