Capítulo 3 (I)

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Eli abrió los ojos y chilló hasta agotar el aire de sus pulmones.

Al instante, bajo la tenue luz grisácea del amanecer, distinguió el póster de Jade Raid con su cuarteto de viento metal en el concierto del 48. El olor de la sopa de pollo de la noche anterior todavía pululaba por el pequeño habitáculo; estaba en casa, no en una celda de aislamiento en Liev.

Se incorporó todavía jadeando, estirando un poco las piernas, agarrotadas por la pesadilla. Tenía la frente seca, pero las mejillas húmedas. Se apartó los rizos hacia atrás y apoyó la cabeza contra la pared empapelada para tomar aliento. Por el rabillo del ojo vio la pitillera abierta y la caja de cerillas sobre la mesita de noche; tenía que dejar ya esa mierda. Aun así, se removió y sacó un cigarrillo. Tosió irremediablemente con la primera calada, y tuvo que arrancarse un gargajo muy feo y correr al lavabo antes de vomitarlo sobre la cama. «¿Qué esperabas?», se dijo, «¿desde cuándo fumas antes de desayunar? ¿Desde cuándo fumas, siquiera, antes de poner un pie en el suelo?».

Tiró la colilla al retrete y se lavó la cara y las manos con agua helada. La cadenita de su cuello tintineó al chocar contra la loza; Eli cogió el anillo que colgaba de ella y le estampó un pequeño beso antes de devolverlo a su escote, como si formara parte de un ritual privado. Luego se vistió con la ropa del día anterior, se colocó sus lentes sin graduación y se sonrió en el espejo. Otro día más.

En el cuarto contiguo, los niños parecían dos bolitas de pelo en el camastro, envueltos con sendas mantas hasta las orejas. Seguían durmiendo; todavía se sorprendía de la capacidad que tenían para ignorar los gritos de sus pesadillas. Eli se apresuró a azuzar las ascuas de la chimenea, y en pocos minutos y con un par de leños más consiguió tener de nuevo una llama acogedora. El invierno se acercaba, y las cosas se ponían un poco más difíciles, como cada año. «No, no como cada año», pensó.

—Arriba, potrillos —decía mientras descorría las cortinas para dejar entrar la luz de un tímido amanecer que ya se distinguía en el horizonte; las pinceladas blancas y rojizas de las casitas de La Sana comenzaban a brillar con la luz matinal, tornándose en tonos amarillentos y naranjas, adornando el valle como serpentina espolvoreada sobre un manto verde y terroso.

Los dos bultitos se removieron bajo las mantas.

—Vamos, perezosos —insistió—. Jelier ya me ha dado un toque, no podemos volver a llegar tarde.

—Jelier huele a culo.

Eli le dio un tirón a la manta y la retiró de golpe a los pies de la cama. Después le clavó a la niña aquella mirada que su madre usaba con ella en su día.

—¿Te parece buena forma de empezar la mañana incluir «culo» en tu primera frase antes que «buenos días»?

La niña le mantuvo la mirada con el ceño fruncido, aunque parpadeaba de vez en cuando por las legañas y por la luz. Ava tenía bastante carácter para no haber cumplido aún los doce; le recordaba tanto a ella cuando tenía su edad. Necesitaba mostrarse firme si quería salvar a esas pobres criaturas.

La pequeña no pudo aguantar más la presión de su mirada y terminó por desviarla, negando con la cabeza.

—Lo siento —dijo entre dientes.

—Eso me parecía. Vístete, ayuda a tu hermano y a desayunar. Espero no tener que repetirlo.

Dio un beso a cada uno en la coronilla y salió a preparar el desayuno.

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DRAMATIS PERSONAE: ELI

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FILII LUCIS (1): La Búsqueda (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora