Capítulo 21: Entre Sombras y Secretos

62 8 1
                                    

El eco de nuestros pasos resonaba en los corredores vacíos de Hogwarts mientras me alejaba de la escena con Regulus a mi lado. Su mano aún estaba entrelazada con la mía, cálida y firme, pero había algo en su silencio que me hizo cuestionar si había tomado la decisión correcta. Podía sentir la tensión en el aire, la confusión latente en su mirada que seguía siendo un misterio para mí. ¿Había hecho lo correcto al usarlo de esa manera frente a su hermano? No estaba seguro, pero una parte de mí no podía evitar sentirse satisfecha al ver el desconcierto y la furia en los ojos de Sirius.

Finalmente, llegamos a un rincón más oscuro del castillo, uno de esos lugares que rara vez visitábamos, donde los retratos apenas se dignaban a abrir los ojos, y la luz de las antorchas era tenue, proyectando sombras alargadas en las paredes de piedra. Me detuve y solté suavemente su mano, dándome cuenta de que la había apretado más de lo necesario.

Regulus permaneció en silencio, observándome con esos ojos que parecían ver a través de mí, desnudando mis intenciones. Era más joven que Sirius, pero había algo en él, una madurez tranquila que siempre me había intrigado. Respiré hondo, tratando de calmar la tormenta que todavía rugía en mi interior.

—No tenía que ser así, ¿sabes? —dije al fin, rompiendo el silencio con una voz que sonó más cansada de lo que esperaba.

Regulus alzó una ceja, un gesto sutil pero cargado de significado. —¿Así como? —preguntó con suavidad, pero con un filo en su tono que me hizo sentir como si estuviera siendo puesto a prueba.

Tragué saliva, buscando las palabras adecuadas. —Como una forma de vengarme de Sirius —admití—. No debí haberte usado de esa manera, Regulus. No es justo para ti.

Regulus dejó escapar una pequeña risa, pero no había alegría en ella. —¿Y qué te hace pensar que no quería ser usado? —replicó, dando un paso hacia mí, su rostro ahora tan cerca que podía ver cada pestaña, cada matiz de sus ojos—. Quizá lo que has hecho hoy era exactamente lo que necesitaba.

Esa respuesta me dejó momentáneamente sin palabras. No había esperado esa reacción. Había asumido que Regulus estaría molesto, que lo consideraría una traición o una manipulación de mi parte. Pero en sus palabras había una sinceridad desconcertante, una especie de aceptación que me hacía dudar de mis propios motivos.

—¿Qué significa eso? —pregunté, tratando de encontrar el equilibrio en medio de esta conversación inesperada.

Regulus se encogió de hombros, pero había un destello en su mirada, una luz que no había visto antes. —Significa que, tal vez, no soy tan diferente de mi hermano como piensas —murmuró—. Quizá también quiero algo que no puedo tener. Quizá también quiero ver a Sirius perder, sentir lo que es ser vulnerable, despojado de esa arrogancia que siempre lleva consigo.

Sus palabras eran directas, cortantes, y me hicieron sentir expuesto. No sabía si me estaba enfrentando a una declaración de lealtad o a un juego mucho más complejo de lo que podía entender.

—¿Así que... esto es solo un juego para ti también? —pregunté, mi voz más baja de lo que pretendía.

Regulus sonrió, una sonrisa triste que no alcanzó sus ojos. —No lo sé —respondió—. Pero si lo es, no soy el único que está jugando, ¿verdad?

Nos quedamos en silencio de nuevo, la tensión entre nosotros tan palpable como el frío de las paredes del castillo. No sabía qué decirle, cómo responder a sus palabras. Por un momento, consideré disculparme de nuevo, pero sabía que eso no cambiaría nada. Así que solo lo miré, tratando de entender, de descifrar sus verdaderas intenciones.

Finalmente, fue Regulus quien rompió el silencio. —Sé que has estado herido por lo que Sirius te hizo —dijo con suavidad—. Y puedo entender ese dolor. Pero si vamos a hacer esto, Alistair, no me uses solo como un arma contra él. No quiero ser eso.

Sus palabras resonaron en mi mente, claras y precisas. Sentí una punzada de culpabilidad al darme cuenta de que, sin importar cuán justificado me sintiera, había cruzado una línea con él. —No lo haré —prometí, mi voz sincera—. No quiero que seas una pieza en mi venganza contra Sirius.

Regulus asintió lentamente, como si sopesara mis palabras. Después, su expresión se suavizó un poco, y dio un paso hacia atrás, creando un poco de distancia entre nosotros.

—Está bien —dijo finalmente—. Pero si esto va a funcionar, sea lo que sea que esté pasando entre nosotros, quiero que sea honesto. Nada de juegos, nada de mentiras. Ya hay suficiente de eso en mi vida.

Lo miré fijamente, tratando de entender lo que estaba ofreciendo, lo que estaba pidiendo. Y supe, en ese momento, que si quería seguir adelante con esto, tendría que dejar de lado mis intenciones más oscuras, tendría que ser honesto, no solo con él, sino conmigo mismo.

—Lo prometo —dije, aunque no estaba seguro de cuánto podría mantener esa promesa. Pero en ese momento, quería creer que podía.

Nos quedamos en silencio unos segundos más, antes de que Regulus asintiera de nuevo, como si aceptara mi promesa, aunque fuera a regañadientes. Me di cuenta de que, por alguna razón, le importaba lo suficiente como para darle una oportunidad. No estaba seguro de por qué, pero no iba a cuestionarlo.

—Será mejor que vayamos a clase antes de que alguien más nos vea aquí —sugirió, cambiando de tema de manera abrupta pero efectiva.

Asentí, sintiendo un alivio al cambiar de conversación. Caminamos juntos en silencio, pero esta vez no era incómodo. Había una especie de entendimiento tácito, una tregua, quizás. A medida que avanzábamos por los pasillos, la tensión se desvanecía, reemplazada por una curiosa calma.

Pero en el fondo, sabía que las cosas estaban lejos de ser sencillas. Sirius no se quedaría de brazos cruzados. Regulus y yo habíamos tomado un riesgo, habíamos abierto una puerta que no sabíamos cómo cerrar. Pero por ahora, me permití disfrutar de la compañía, la sensación de que, tal vez, después de todo, no estaba tan solo en esto.

Mientras girábamos hacia el pasillo principal, Regulus se detuvo un momento, su mano rozando ligeramente la mía, como si considerara algo más. Sus ojos se encontraron con los míos una vez más, y hubo una chispa, un destello de algo que no estaba dispuesto a interpretar.

—Alistair —murmuró, con una suavidad que casi no escuché—, pase lo que pase, no te arrepientas de esto.

Lo miré, sorprendido por la intensidad de su mirada, y antes de que pudiera responder, él ya estaba caminando de nuevo, como si no hubiera dicho nada fuera de lo común. Pero esa frase quedó conmigo, resonando en mi mente mientras nos dirigíamos a clase, sabiendo que lo que había comenzado, ya no se podía deshacer tan fácilmente.

𝑨𝒑𝒖𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora