Capítulo 4: Consecuencias Inesperadas

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[Sirius Black]

El plan era perfecto, una broma digna de los Merodeadores. James, Peter, Remus y yo estábamos ansiosos por llevarla a cabo. Esta vez, nuestro objetivo era Snivellus, alias Severus Snape. Habíamos preparado un encantamiento que haría que sus ropas se encogieran repentinamente en medio del pasillo, dejándolo en una situación bastante incómoda y humillante.

Nos escondimos detrás de una estatua cerca del pasillo que Snivellus solía usar. La espera se sentía eterna, pero finalmente lo vimos aparecer, acompañado por mi hermano Regulus y, para mi sorpresa, Alistair Everhart.

—¿Qué hace Alistair con ellos? —susurró James, frunciendo el ceño.

—No importa, el objetivo sigue siendo Snivellus —respondí, apuntando mi varita.

El hechizo salió disparado, y todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Snivellus se movió justo a tiempo, y el hechizo impactó directamente en Regulus y Alistair. Sus ropas comenzaron a encogerse rápidamente, y pronto ambos estaban luchando por mantener su dignidad mientras las risas resonaban a su alrededor.

Sentí una punzada de culpa al ver a mi hermano en esa situación, pero antes de que pudiera reaccionar, Alistair, normalmente tan reservado, explotó de furia.

—¡Basta! —gritó, su voz resonando en el pasillo—. ¡No puedo creer que seas tan inmaduro y cruel, Black!

Regulus, con el rostro rojo de rabia y vergüenza, me lanzó una mirada que podría haber derretido el hielo.

—Siempre tienes que ser el centro de atención, ¿verdad, Sirius? —espetó Regulus—. Nunca piensas en nadie más.

El pasillo se quedó en silencio mientras Alistair avanzaba hacia mí, su ropa aún encogida de manera ridícula. Pero lo que dijo a continuación me dejó helado.

—Eres patético, Sirius. Te crees tan superior, pero en realidad, eres solo un cobarde que se esconde detrás de tus amigos y tus bromas estúpidas. No te importa a quién hieras en el proceso, siempre y cuando puedas reírte al final. Pero déjame decirte algo, Black: no todos estamos aquí para entretenerte.

Los murmullos comenzaron a crecer alrededor nuestro, y sentí las miradas de todos los presentes clavadas en mí. Remus, que había estado observando en silencio, dio un paso adelante, su expresión llena de reproche.

—Sirius, esto ha ido demasiado lejos. No era así como debía salir.

James, aunque incómodo, intentó suavizar la situación.

—Vamos, Alistair, fue solo una broma. No era para ti ni para Regulus.

—¡Claro que no! —gritó Alistair—. Porque todo es solo un juego para ustedes, ¿verdad? No importa quién se vea afectado, siempre y cuando ustedes puedan reírse.

Peter miraba al suelo, visiblemente avergonzado. Regulus y Alistair se apartaron, intentando arreglar sus ropas con lo poco que les quedaba de dignidad.

Mientras se alejaban, las palabras de Alistair seguían resonando en mi mente. Nunca antes alguien me había enfrentado de esa manera. Me hizo sentir algo que no había sentido en mucho tiempo: vergüenza y arrepentimiento.

James me dio una palmada en el hombro, intentando levantarme el ánimo.

—No te preocupes, Sirius. Lo arreglaremos.

Pero sabía que no sería tan fácil. Algo había cambiado, y las palabras de Alistair me habían dejado claro que debía reconsiderar nuestras bromas y el impacto que tenían en los demás.

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Alistair Everhart

𝑨𝒑𝒖𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora