Capítulo 20: Juego de Sombras y Deseos

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Estaba enfurecido. Todo a mi alrededor parecía teñido de una rabia que apenas lograba contener. Las palabras de Sirius seguían resonando en mi mente, su arrogancia, sus mentiras... su maldita apuesta. ¿Cómo pude ser tan estúpido para creer que todo eso era real? Que él realmente sentía algo por mí. Ahora, la furia me consumía, mezclada con un dolor que odiaba sentir y que, sin embargo, no podía negar.

Mis pasos resonaban con un eco sordo en los pasillos de Hogwarts, donde la fría piedra parecía absorber todo mi malestar. El castillo, que solía ser un refugio de conocimiento y tranquilidad, ahora se sentía como una prisión, cada rincón recordándome las palabras que había escuchado, las miradas burlonas de Sirius y James, las risas ahogadas en la oscuridad de sus bromas. En medio de este caos interno, mi mente regresó a alguien que siempre había estado allí en silencio, observando desde las sombras: Regulus Black.

No era como su hermano, ni mucho menos. Regulus era diferente, más reservado, más sutil, y aunque no compartíamos muchas palabras, había algo en él que siempre me había intrigado. Algo que ahora empezaba a tomar forma en mi mente. Estaba en un cruce de pasillos cuando lo vi, recostado contra la pared, con esa postura tranquila que siempre tenía, como si nada en el mundo pudiera perturbar su calma.

Me acerqué, y cuando nuestras miradas se encontraron, hubo un entendimiento silencioso entre nosotros, una conexión que no necesitaba palabras. Me detuve a unos pasos de él, sin saber exactamente qué decir, pero sintiendo que tenía que hablar.

—Regulus —comencé, mi voz saliendo más temblorosa de lo que esperaba—. Necesito... hablar contigo.

Él asintió, enderezándose y alejándose de la pared. Nos movimos hacia un rincón más alejado del pasillo, donde los retratos apenas prestaban atención, y el eco de nuestros pasos quedaba ahogado por la distancia.

—Lo sé —respondió, su voz tan baja que apenas fue un susurro—. Sé lo que está pasando.

La tensión en el aire era palpable. Sabía que había algo que debía decirle, algo que debía reconocer. Pero antes de que pudiera encontrar las palabras, Regulus dio un paso más cerca, su mirada fija en la mía.

—Tú siempre has estado ahí —dije finalmente, mi voz más firme ahora—. Pero nunca lo vi. Siempre estuve tan centrado en todo lo demás, en Sirius, en lo que él hacía o dejaba de hacer... que nunca te di la importancia que merecías.

Regulus me miró con esa intensidad que siempre había tenido, pero ahora había algo más en su mirada. Algo que me hizo sentir menos solo, menos perdido. Nos quedamos en silencio por unos momentos, el mundo exterior pareciendo detenerse mientras nuestros ojos permanecían conectados.

—No tienes que disculparte —dijo finalmente—. Entiendo lo que estás pasando. Y sí, siempre he estado aquí... porque creo que tú mereces algo mejor.

Esa última frase me sorprendió. Había un matiz en sus palabras, algo que sugería más de lo que decía abiertamente. Sentí un calor inexplicable en mi pecho, una sensación extraña, pero no del todo desagradable. Inconscientemente, nuestros rostros se acercaron, y pude sentir su aliento mezclándose con el mío.

Fue en ese momento, mientras mi atención estaba completamente en Regulus, que lo vi: Sirius. Estaba al final del pasillo, observándonos con una expresión que no supe interpretar del todo. Había sorpresa en sus ojos, quizás incluso un atisbo de dolor. Y en ese instante, una parte de mí, la parte más oscura y vengativa, decidió lo que tenía que hacer.

Regulus también notó la presencia de su hermano y, sin apartar la mirada, susurró, con un tono que solo yo podía escuchar:

—Haz lo que tengas que hacer.

𝑨𝒑𝒖𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora