Capítulo 39 ~ Dolida

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— Acamparemos aquí para pasar la noche.

En cuanto las palabras salieron de la boca del Caballero del Templo, Ruth saltó del corcel de Riftan. Sidina se rió, evidentemente encontrando la escena cómica. A Maxi, en cambio, no le hizo ninguna gracia. Después de mirar sombríamente la nuca de Riftan, bajó de Rem y observó el barranco.

Las paredes rocosas de ambos lados se arqueaban hacia dentro a medida que se elevaban, ocultando casi por completo el cielo. El estrecho pasadizo que conducía al exterior impedía el paso de las violentas ráfagas del exterior. Aunque resultaba estrecho para un grupo de casi doscientas personas, el hecho de que les protegiera del viento y la nieve bastaba para convertirlo en un suntuoso santuario.

— Maximilian, ¿puedes comprobar si hay monstruos hibernando bajo tierra? — gritó Anton mientras ayudaba a Calto a desmontar.

Ella sintió que Riftan se volvía para mirarla. Complacida por su expresión descontenta, hizo ademán de ignorarlo y asintió feliz.

— Sí.

— Ayudaré — dijo Armin, bajando de un salto de su caballo.

Mientras ambos exploraban el barranco con magia de rastreo, los caballeros y los demás magos empezaron a levantar el campamento.

Maxi extendió su red de maná todo lo posible y no descansó hasta que hubo explorado profundamente la tierra. Cuando se sentó a descansar junto a la hoguera, tenía las manos heladas. Las estaba acercando a las llamas para descongelarlas cuando Sidina, que esa noche se encargaba de la cena, le puso delante un gran cuenco de estofado.

— Toma, esto es para Sir Riftan.

Maxi aceptó el cuenco instintivamente y estaba a punto de llevárselo cuando se detuvo. ¿ Para qué molestarse con alguien que había elegido como compañero de cabalgata a una ortiga espinosa en vez de a ella?

Maxi le devolvió el cuenco y refunfuñó.

— ¿P-Por qué me das su ración?

— ¿Por qué? Porque siempre le llevas la comida.

— Bueno, ya no — replicó Maxi, alzando la voz lo suficiente para que Riftan la oyera. Fingió atizar el fuego con una ramita.

Rodando los ojos, Sidina se encogió de hombros y llamó a Ulyseon, que estaba asegurando una tienda al suelo. Le dio el cuenco al joven caballero, que se apresuró a entregárselo.

Maxi observó a Riftan con el rabillo del ojo. Él aceptó el cuenco, con rostro impasible, y se acomodó cerca de su tienda. Aquella visión aplacó su furia y la sustituyó una extraña sensación de tristeza.

En otros tiempos, él se habría puesto fuera de sí tratando de apaciguarla. A Maxi se le hizo un nudo en la garganta al recordar su rostro torturado tras unos días en los que ella se negó a mirarle. Quizá habían cambiado demasiadas cosas en tres años. Se quedó un rato mirando el fuego crepitante antes de ir a buscar la cena y comérsela a cucharadas.

*****

A partir de ese día, Maxi dejó de intentar acortar distancias entre ellos. No deseaba añorar a alguien que había dejado bien claro que no quería su compañía. En las raras ocasiones en que acababan interactuando, ella podía ver cómo él forzaba sus respuestas. Era tan doloroso verlo que ella procuraba mantenerse alejada de él todo lo posible.

Al notar el cambio en ella, Hebaron se acercó en silencio y le dijo burlonamente.

— Mi señora, ¿ha dejado de perseguir al comandante como un patito?

Ante la mirada de Maxi, Hebaron encorvó teatralmente los hombros y fingió sentirse intimidado.

— Vaya, parece que esta vez está lívida con él.

Debajo del Roble ~ Libro 07 [Temporada dos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora