Capítulo 34 ~ Ya no puedo más

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El grupo expedicionario viajó hacia el norte sin descanso. Aunque el terreno era cada vez más accidentado y la temperatura descendía con el paso de los días, la experiencia en sí no fue tan dura como habían previsto. A pesar de las hostilidades iniciales, Riftan y Kuahel formaron un buen equipo.

Ambos valoraban la eficacia por encima de la política. Aunque de vez en cuando se enfrentaban por los nervios, siempre cedían si consideraban que el juicio del otro era acertado. Como resultado, consiguieron llegar a la región norte de Balto sin muchos problemas.

La ansiedad de Maxi aumentaba cada día que Riftan la ignoraba. Acarició las crines de Rem mientras le echaba una mirada aprensiva por detrás de la cabeza. Hasta ahora, todos sus intentos de conversar se habían saldado con una actitud reservada y un mínimo de palabras. A veces parecía que su mera presencia le resultaba intolerable.

Recordó las cartas junto a su cama y que él se había apresurado a socorrerla, pero aquellas palabras tranquilizadoras ya no servían para aliviar su profunda tristeza. Su frialdad iba minando poco a poco su confianza.

— Presiento algo — dijo Nevin, que había estado inspeccionando el terreno con magia.

Ladeó la cabeza desde lo alto de su caballo. Como los magos del viento podían explorar el terreno, se habían estado turnando para buscar señales de monstruos.

Riftan detuvo a los caballeros en cuanto oyó la advertencia de Nevin. Maxi tiró de sus riendas y miró a su alrededor. Oscuros pinares los rodeaban, y el cielo estaba cubierto por una bruma blanca.

Mirando entre los sombríos árboles cubiertos de nieve, Riftan dijo con rigidez.

— ¿Puedes decir qué clase de monstruo es?

Nevin negó con la cabeza, avergonzado.

— Sin duda hay algo allí, pero parece borroso. Un espíritu o un monstruo, tal vez, con una fuerte resistencia mágica.

Kuahel desenvainó inmediatamente su espada.

— ¿Y la distancia? — dijo Riftan.

— Menos de un thradion al sur. No se mueve, pero percibo una magia poderosa.

— Lo más probable es que sea una subespecie de dragón hibernante — murmuró Riftan.

Los caballeros desenvainaron sus armas al unísono, preparándose para la batalla. Para un monstruo de alto grado como un basilisco, un thradion no estaba nada lejos. Una criatura así podía recorrer esa distancia en un abrir y cerrar de ojos. Si el grupo expedicionario no estaba atento, podrían ser tomados por sorpresa.

Maxi invocó su maná por si tenía que desencadenar un hechizo de improviso.

Apartando los ojos del cielo, Riftan dio la vuelta a su montura.

— Deberíamos bajar por la montaña. Llevará más tiempo, pero es la ruta más segura.

— ¿Es realmente necesario? — argumentó Hebaron, rascándose la barbuda barbilla —. Será perezoso si está hibernando. Matarlo debería ser pan comido.

Riftan lo miró fríamente.

— No sabemos qué clase de monstruo es ni cuántos hay. Lo más prudente sería evadirnos.

— Es demasiado tarde para dar marcha atrás — dijo Kuahel, señalando los vagones de equipaje —. La nieve se acerca. Si no despejamos esta montaña para esta noche, nos retrasará días. Ya nos estamos quedando sin tiempo.

Debido a la llegada temprana del frío, la mayoría de las regiones del norte habían sufrido escasez de alimentos. En la última ciudad en la que se habían detenido no habían podido procurarse suficiente comida ni forraje, lo que les había dejado con un tercio de lo que antes había sido una auténtica montaña de provisiones.

Debajo del Roble ~ Libro 07 [Temporada dos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora