🪨 𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 30 🪨

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Mis hombros se pusieron rígidos y lentamente me di media vuelta.

Donde alcanzó mi vista, había una persona familiar de pie.

—¿Tía...?

¿Por qué está aquí la tía?

Mi corazón se hundió. Al mismo tiempo, me di cuenta de que el lugar donde estaba también me era familiar.

Se trataba de la sala de estar de la casa de mi tía, donde había vivido después de la muerte de mis padres y antes de entrar a la universidad.

—¡HAH! ¡¿Te pones a pensar en otras cosas cuando los adultos te hablan?!

*¡PAF!*

Una mano fuerte voló hacia mí y me golpeó en la cabeza. De inmediato, mis orejas se entumecieron y escuché un zumbido.

—¡¿Sientes tantas ganas de superar a tu prima?! ¡¿Por qué siempre la avergüenzas de esa manera frente a los adultos?!

Lo recuerdo.

Me estaba regañando.

Durante mi primera comida familiar después de la muerte de mis padres, el haber respondido al saludo de mi abuela fue un desastre.

—No, tía... Yo...

—¡¿Eres tan inteligente?! ¿¡Te crees increíble!? ¡¿Qué importancia tiene ser la primera de la clase?! ¡¿Tenías que sentarte sonriendo y presumir frente a los adultos?!

La tía gritó con una voz que parecía rasgar su garganta.

Involuntariamente me encogí de hombros.

—Mi hija está en tercer año de secundaria y se encuentra bastante deprimida porque sus calificaciones bajaron. ¡¿LO HICISTE INTENCIONALMENTE?! ¡¿SABES CÓMO SE SINTIÓ MI HIJA?!

Mi tía, diciendo que no debería haber llevado a una chica como yo a la reunión familiar, me arrebató la bolsa que llevaba y agarró mi chaqueta para sacudirme.

—Por qué diablos mi hermano tuvo que dejarme a una maldita mocosa... —murmuró mi tía con molestia y me empujó—. Si vas a vivir en casa de otros, al menos deberías tener sentido común. Deberías largarte de mi casa si deseas vivir siendo tan orgullosa.

Mi rostro me ardía.

Incapaz de mirar a los ojos de mi tía, bajé la cabeza. Sentía que mi corazón se apretaba cada vez más.

Quiero escapar... Correr lejos.

Pero, a pesar de mi deseo, mis pies estaban clavados en el suelo y no se movían. Solo el pulso de las yemas de mis dedos corría rápidamente.

—Ya que estamos hablando de esto, ¿sabes cuánto aumentaron los gastos de la casa desde que empezaste a vivir aquí? Solo consumes mi dinero y no tienes vergüenza.

Mentira.

Mi tía se quedó con toda la herencia dejada por mis padres.

Quería decir eso, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta y no salieron de mi boca.

—... Lo siento.

—¿Al menos eres capaz de pensar?

La tía, diciéndome que no quería volver a verme, me empujó con fuerza.

Me arrastré hacia una habitación oscura.

*¡Pum!*

—Duele...

Me dolían tanto el cabello revuelto como las mejillas lastimadas por los golpes de mi tía.

Froté mis ojos con las mangas.

Me seduce el ingrato que quiere matarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora