9. El regalo.

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Giovanni no ha regresado.

Han pasado 4 días y ni rastro de Giovanni o de su padre.

Estos días han pasado lentos.

Lo que me mantiene ocupada son las prácticas de Ballet, y he procurado entrenar duro solo para volver a casa y poder dormir sin pensar en nada más.

Faltan dos días para la boda y yo no he hablado con Giovanni en 4 días.

Mirla me ha llevado a la prueba del vestido, que resultaron ser tres vestidos.

Según ella uno es para la iglesia otro para la recepción y el último para la sesión de fotos.

Verme vestida de novia ha sido abrumador, aunque los vestidos sean preciosos.

Ni siquiera se si alguien va a estar esperandome en el altar, pues Giovanni no ha aparecido.

Me he visto tentada a llamarle, pero no sé si está enojado conmigo. Además ¿que le diría? No tengo una buena excusa para llamarle.

Fui muy grosera la última vez que lo vi.

—¿Vas a quedarte allí sentada?—la voz de Lucy me saca de mis pensamientos.

—No—respondo pero no me muevo.

—Ya están por cerrar—advierte.

Y ya lo sé, debí haberme ido a cambiar hace rato, la clase ha terminado hace un buen tiempo, pero yo no tengo ganas de irme.

No quiero volver a esa casa sola.

Me levanto a regañadientes y me voy al vestidor a cambiarme lo más rápido que puedo antes de que cierren la academia, ya casi son las 22.00.

Estoy agotada, recojo mis cosas y salgo del vestidor encontrandome a Sutton en su silla.

Ni siquiera he visto a Elbert esta visitando a su familia esta semana, ni siquiera puedo molestar pues yo misma lo sugerí.

Le escribí el primer día y me dijo que estaba visitando a su madre, hace meses no lo hacía, así que no tuve valor de pedirle que volviera a hacerme compañía.

Además pensé que Giovanni volvería pronto, pero ya han pasado 4 días.

Así que solo somos Sutton, Ryle y yo.

—¿Todo en orden mi señora?—pregunta al verme y yo asiento.

—Vamos—le hablo.

Somos los últimos en salir.

El viaje a casa se me hace corto.

Entro a casa casi arrastrando los pies, me quito los zapatos en la entrada, estoy cansadísima.

No tengo ni hambre.

Subo al piso de arriba y mi corazón parece detenerse al ver la puerta de la habitación de Giovanni abierta.

¿Ha llegado?.

La puerta estuvo cerrada desde que se fue.

Dejo mi bolsa en la puerta de mi habitación y me acerco a la habitación de él.

—Gio—lo llamo—¿Giovanni estas aquí?.

No hay respuesta, entro a la habitación y está vacía, la puerta del baño está abierta.

No está, seguro Rayma la ha dejado abierta antes de irse.

Me siento en la cama de Giovanni, la cama es tan comoda, huele a él, a su aroma característico.

No quería admitirlo pero lo extraño.

Peleamos muchísimo pero lo extraño.

Abrazo una de sus almohadas y miro al frente dándome cuenta de que su vista es mucho mejor que la mía, pues desde su ventana se ven el mar y el establo de los caballos.

El Cartel de Luna 🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora