Capitulo 79

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Hailee

Es raro estar aquí sentada, como si esperara una sentencia a muerte, y que solo faltaran minutos para ejecutarla. Thomas no se aparta de mí, y agradezco profundamente su presencia. Es su fuerza la que me mantiene en pie. Uno de mis asesores de imagen está aquí también, al igual que el equipo encargado de hacer los comunicados de prensa si algo grave me llegara a ocurrir.

Bueno —dice Ed, poniéndose de pie con cierta prisa—, estamos haciendo un par de llamadas para calmar un poco las aguas, lo cual no ha sido fácil... pero no imposible.

El problema es la prensa —interrumpe mi asesor de imagen, sorbiendo su café como si con eso se apagara el incendio.

Quieren que salgas a dar tu versión de los hechos, y por más que les hemos dicho que no te encuentras bien, insisten...

No lo hará —dice mi padre, su tono goteando veneno. Está furioso, lo puedo sentir, y ver a Peter así no es nada agradable—. No va a dar la cara por algo que ella no hizo.

La mesa tiembla cuando mi padre golpea con el puño, y me sobresalto.

Ese imbécil usó a mi hija hasta que se cansó. ¡Ella es la víctima aquí! ¡Que ese maldito tenga los pantalones de ponerse frente a una cámara y decir las cosas como son!

Papá, cálmate! —Griffin lo sostiene del brazo, intentando evitar que la situación se salga aún más de control.

Tenemos que esperar a ver qué dice el equipo legal. No podemos arriesgar la carrera de Hailee.

Exactamente —interviene Ed, empujando un par de documentos hacia mí. No sé de qué tratan y, sinceramente, no quiero leer ni una palabra. 

Hay una alta probabilidad de que haya sido él... o no. Todo tiene que mantenerse bajo estricta confidencialidad —añade.

¡Claro que fue él! ¿Quién más? —escupe mi padre—. Noah tiene un maldito problema con querer ser el mejor, con querer atención. ¡No hay más que decir!

¿Por qué estoy aquí? —Al fin logro articular una frase, y todos se giran a mirarme como si hubiera pronunciado una sentencia. Mi voz suena más débil de lo que esperaba.

Necesitamos tu autorización para los comunicados de prensa —responde Ed.

Hagan lo que tengan que hacer —digo, poniéndome de pie bruscamente—. No me siento bien, necesito un descanso.

Salgo de allí sin mirar atrás y me dirijo a la cocina. Allí está mi madre, con los ojos fijos en la máquina de hacer panqueques. Es como si el mundo fuera otra cosa para ella, como si pudiera ignorar todo lo que está pasando. Me siento en una de las sillas, queriendo volver a esos tiempos en los que mi única preocupación era estar lista para la escuela.

Mami... —susurro, y ella se sobresalta al oírme.

Deja lo que está haciendo, lava sus manos y corre a abrazarme. Las lágrimas comienzan a rodar de sus ojos, y yo solo intento que nuestro abrazo sea más fuerte, más largo. Es como si solo el contacto físico pudiera sanar todo esto.

Te amo demasiado, mi niña —dice entre sollozos, y no puedo evitar unirme a su llanto.

Se separa lo suficiente para mirarme a los ojos, esos ojos claros que siempre han sido mi refugio. Me toma del rostro, acariciando mi mandíbula con una ternura infinita.

No te pude proteger de esto —susurra, mientras limpia las lágrimas de mis mejillas con sus manos temblorosas.

Sus palabras rompen algo dentro de mí. Las lágrimas fluyen con más fuerza.

Bajo ReflectoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora