Capítulo 87

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Hailee

Pasé el resto de la tarde con mamá. Sentadas en el pequeño cuarto del fondo de la cabaña, me dejé envolver por esa calma que solo ella podía ofrecerme, como si todo lo que cargaba dentro finalmente tuviera permiso de disolverse entre sus palabras y su risa cálida. Pronto la conversación nos llevó de regreso a mi niñez, a esas imágenes de una mini Hailee de cinco años, con dos coletas desiguales y grandes sueños en los ojos.

¿Te acuerdas de cómo actuabas frente al espejo de mi tocador? - me dijo mamá con una sonrisa - Con los labios llenos de mi labial rojo y una falda enorme arrastrando por toda la casa.

Solté una carcajada, recordando aquellos días en que me subía a cualquier superficie que pareciera un escenario, dando discursos a una audiencia invisible, mientras ella me miraba con esa mezcla de paciencia y amor. Desde pequeña, había decidido que no solo quería ser actriz, sino que quería ser la mejor. Las palabras "no se puede" nunca habían tenido lugar en mi vocabulario, aunque para mamá, habían sido una constante preocupación.

Siempre supe que nada iba a detenerte - continuó ella, mirándome como si aún viera a esa niña que, con demasiada seguridad, les decía a todos que algún día la verían en una pantalla - Recuerdo cuando conseguiste tu primera audición. Estabas tan emocionada... Apenas pude convencerte de dormir la noche anterior. Te la pasaste practicando y repitiendo cada línea, cada gesto. Eras tan decidida, como si ya supieras que el mundo te pertenecía.

Las palabras de mamá me llevaron de vuelta a esa mañana en que, con los nervios retorciéndome el estómago y el entusiasmo hirviendo en mi sangre, llegué a aquella sala de espera. Las luces eran demasiado brillantes, las otras niñas me miraban como si fuera su competencia, y, sin embargo, no me importaba. Para mí, no existía duda alguna de que ese papel era mío, como si el universo me lo hubiera prometido.

Recuerdo haber mirado a mamá antes de entrar, y ella me había dado una sonrisa que decía "Hazlo, cariño. Ve y cómete el mundo" . Ese fue el empujón que necesité. Los nervios se disolvieron en determinación pura, y cuando me paré frente a aquellos adultos serios y críticos, sentí que estaba exactamente donde debía estar.

Y mira cómo todo ha cambiado desde entonces  - continuó mamá, apretando mi mano - Ahora el mundo te ve, Hailee. Eres esa mujer fuerte y brillante que siempre soñaste ser.

Sonreí, aunque había algo en sus palabras que me recordaba el peso que venía con esa vida. Sí, estaba en el lugar que siempre había soñado, pero a veces me preguntaba si había perdido algo por el camino, si mi verdadera esencia se había ido disolviendo con cada flash, con cada aplauso, y con cada mirada inquisitiva que siempre me rodeaba.

Hablamos de esos tiempos por horas. Riendo y recordando, me sentí como si me reencontrara con esa niña testaruda y llena de pasión. Recordé mi primer intento en la música, cuando, con apenas unos acordes y un cuaderno lleno de letras mal escritas, me había plantado frente a mamá y le dije que también quería cantar.

Te dije que cantarías hasta que la luna se escondiera si eso era lo que querías, ¿lo recuerdas? - me dijo mamá, y su risa llenó el aire, cálida y reconfortante.

Recordé esa primera canción que escribí. Era terrible, una mezcla de emociones sin sentido que no rimaban, pero ella había escuchado cada palabra como si fuera un tesoro. Y cuando finalmente lancé mi primer sencillo, recordé la mezcla de nervios y emoción que me quemaba el pecho. Sabía que todos me juzgarían, que me verían y analizarían cada nota, cada sílaba, pero ahí estaba mamá, como siempre, a mi lado. Ella me abrazó con fuerza después de la presentación y susurró en mi oído: "Esta es solo la primera de muchas canciones, mi amor. La gente verá la grandeza que yo siempre he visto en ti."

Casi no me di cuenta cuando el sol comenzó a caer, y el cielo adquirió tonos de naranja y rosa. Mamá y yo regresamos a la cocina. Al entrar, el aroma de la cena flotaba en el aire, cálido y hogareño, y la tarta que habíamos empezado estaba casi lista. Mi nana estaba junto a la estufa, controlando los últimos detalles.

Bueno, bueno, ¿se divirtieron? - preguntó ella, con una sonrisa cómplice-

Asuntos importantes de chicas - respondió mamá, lanzándome una mirada que solo ella entendía.

Entonces, ¿a qué esperamos? La cena ya está servida - 

dijo mi nana, haciendo un gesto para que nos sentáramos.

Thomas aún no había aparecido, pero su mensaje vibró en mi bolsillo justo antes de sentarnos a la mesa: Me quedaré en casa de Margot esta noche. Llegaré mañana temprano con mi familia. Mi pecho se encogió un poco, deseando que él estuviera aquí. Pero respiré hondo. Esta noche era mi momento de reencontrarme conmigo misma, de recordar de dónde venía y por qué había llegado hasta aquí.

La cena fue tranquila, llena de risas y bromas mientras hablábamos de los planes para el nuevo año. Pero al terminar, insistí en quedarme sola organizando la cocina. Mamá y nana protestaron un poco, pero finalmente me dejaron con una sonrisa y un beso en la frente.

Mientras lavaba los platos, las memorias volvían en oleadas, y me dejé llevar por ellas. Aquella primera audición, las palabras de aliento de mamá en cada paso importante, las dudas, los miedos que siempre traté de mantener ocultos. Había sido una vida de lucha, de constantes recordatorios de que debía ser fuerte, de que había elegido un camino que no era fácil.

Entonces me encontré pensando en la Hailee que quería dejar en el pasado. La niña que había soñado con el estrellato, pero también la mujer que, en este punto, deseaba un respiro de tanto escrutinio. De repente, las lágrimas surgieron, inesperadas, cargadas con todo el peso de los últimos meses. Dejé caer un plato en el fregadero, el sonido rompiendo el silencio a mi alrededor, y con él, sentí que mis propios pedazos se derramaban.

¿Por qué todo tenía que ser tan complicado? Recordé la última discusión con Griffin, su mirada llena de reproche y esa indiferencia que me hería más de lo que estaba dispuesta a admitir. Sentía que no importaba cuántos logros tuviera o cuántas veces me plantara con fuerza, siempre había alguien dispuesto a señalar mis errores, mis debilidades. No podía evitar preguntarme si realmente tenía todo bajo control, si realmente estaba lista para la nueva vida que estaba a punto de traer al mundo.

Pero entonces, pensé en mamá. En su risa y en sus palabras de apoyo, en esa confianza que siempre había depositado en mí. Y pensé en la pequeña Hailee, esa niña que nunca había dudado de sí misma, que había soñado con todo y había peleado por cada paso de su vida. Había llegado demasiado lejos para darme por vencida ahora.

Con las manos todavía en el agua, respiré hondo y dejé que el silencio me llenara. Había pasado por tanto, pero también había logrado tanto. Y aunque el camino no fuera perfecto, aunque la carga de ser yo misma me asfixiara algunas veces, estaba decidida a seguir adelante, a ser esa mujer fuerte que mamá siempre había visto en mí. La Hailee que, sin importar cuántas veces cayera, siempre encontraría la manera de levantarse.

Bajo ReflectoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora