Capítulo XI: El encendido del Árbol

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Al día siguiente me desperté muy temprano en la mañana, pues tenía que ir al trabajo, ya que,  tan solo quedaba algunos días antes de Navidad y de la Inauguración. Me paré, tomé una ducha caliente, me puse mi ropa, bajé a desayunar y mientras que estaba cocinando escuché que sonaba el timbre de la puerta. 

Me extraña bastante que alguien estuviese tocando la puerta a esa hora, porque de todos los que estábamos viviendo en esa casa,  yo era la única que estaba despierta y lista para trabajar, todos los demás estaban durmiendo plácidamente, por lo cual, me extrañé bastante y  fui a abrir. Al abrirla nuevamente quedé enmudecida y totalmente impactada.

- ¿Rachel?

- (No puede ser) dije para mis adentros.

- ¿Mathew? ¿Qué...que estás haciendo aquí? No es muy temprano-Dije desviando mi mirada de forma disimulada, no tenía ningunas ganas de verlo y mucho menos  cuando estaba a punto de salir para mi trabajo.

- Veo que llevas prisa.

-Pues sí,  estoy un poco ocupada...Si estás buscando a mi mamá, ella sigue dormida-Dije -

-No vine a ver tu madre, solo vine a darte esto. ¿Hasta cuándo seguirás tratándome así? –Dijo viéndome muy serio y con una clara molestia en sus ojos- Te vine a ver a ti y a darte esto-Dijo dándome mi cuaderno- Estaba caminando con mis hijos, cuando lo vi sobre una banca, pensé que los querrías recuperar.

Yo no pude decir nada más, tan solo pude morderme la lengua, tomar el cuaderno de entre sus manos y con mi mirada posada sobre mi cuaderno, lo único que pude decir fue:

-Lo siento... Gracias por devolvérmelo... pero ¿Cómo sabías que era mío?

-Como si no conociera tu letra y tu necesidad de marcar, absolutamente todo, con la las iniciales de tu nombre.

Era cierto, lo admito, desde muy pequeña yo había logrado crear o escribir las iniciales de mi nombre y apellido con un estilo muy específico de letra. Todos mis cuadernos, agendas y libros de escuela, universidad y libros de historias tenían aplicada la misma técnica y eran forrados con papel de regalo de colores llamativos, brillantes, fosforescentes y recortes de cosas importantes. 

Recuerdo que, hubo una época en la que identificaba todos mis cuadernos con los rostros de mis artistas preferidos o sus fotos. Durante todo ese tiempo, es decir, preparatoria y secundaria, por ejemplo, ya estaba saliendo con Matthew y me recuerdo que él se ponía celoso de los rostros de los artistas judíos que tanto me gustaban y que reposaban sobre la carátula de mis cuadernos, siempre tenía que calmarlo, para que no se sintiera mal. No lo hacía por maldad, solo era parte de mi sello o marca personal. Hasta eso había sucedido entre nosotros. 

Lo admito, al ver como  me trajo mi cuaderno y me dijo lo que me dijo sobre mis iniciales, mis ojos se aguaron pero no dejé que él se diera cuenta de ello. Odiaba que me viera llorar o me viera en un estado deplorable o totalmente vulnerable; cuando estábamos juntos y yo me sentía mal, optaba por decirle que me disculpara pero no me sentía muy bien que le llamaría luego. Al principio no lo entendía porque de repente estaba muy feliz y luego me recordaba de algo o me pasaba algo y ya me ponía muy sentimental o triste. 

Él, muy preocupado, insistía en saber que me ocurría pero con el tiempo comprendió que presionarme a decirle las cosas no era la solución; sin embargo, cuando me sentía mejor le explicaba lo más básico y le aseguraba que no tenía nada que ver con su actitud o comportamiento, solo eran cosas mías.  Nunca fui muy abierta para hablar de mi sentir o pensar. No era lo mío. 

All I Want for Christmas is YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora