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Después de la batalla con Rhino, la casa quedó en ruinas. **Paredes derrumbadas, muebles rotos y el techo a punto de colapsar**. Alex y yo nos quedamos mirando los escombros por un largo rato, sabiendo que no podíamos quedarnos allí. Yo, con mi nueva apariencia, casi no cabía en lo que quedaba de la casa. Y aunque había vencido a Rhino, la culpa me carcomía. **La destrucción no solo la había causado el villano, también fue culpa de mi fuerza descontrolada**.

—Tendremos que irnos —dijo Alex finalmente, su voz cargada de resignación—. Al menos mientras arreglan todo.

Asentí en silencio. Aunque sabía que él no me culpaba, la incomodidad de ser un peso para él no desaparecía. Empacamos lo poco que quedaba intacto, y nos dirigimos a la jefatura de policía para reportar el incidente con Rhino.

**Yo me quedé en el auto**. No podía presentarme allí, no con este aspecto. Alex me había pedido que permaneciera oculto, al menos hasta que pudiéramos pensar en una solución. **Me acomodé en el asiento del copiloto**, cubriendo mi cabeza con una capucha y agachándome lo más que pude. Sabía que si alguien me veía, sería difícil explicar mi apariencia sin causar pánico.

Observé por la ventana cómo Alex hablaba con un grupo de oficiales en la entrada de la jefatura. La preocupación era evidente en su rostro, pero también la determinación. **Él estaba haciendo todo lo posible para protegerme, para encontrar una manera de mantenernos a salvo**. Me escondí aún más en mi capucha, disimulando ser solo un pasajero cansado. Si alguien se acercaba, mantendría la cabeza baja y evitaría levantar sospechas.

Al cabo de una hora, Alex regresó al auto con la cara tensa.

—No podemos quedarnos en la casa, no por ahora. Ya está siendo investigada, pero creen que el ataque de Rhino podría haber sido algo más grande de lo que pensábamos. **Hay otros interesados en el traje**, Rex —me explicó mientras arrancaba el motor.

Lo sabía. El simbiote era más que un simple traje. Era una entidad con poder que muchos querrían controlar, y **Rhino había sido solo el principio**. Mientras conducíamos por la ciudad, sentía una tensión en el aire. Algo se avecinaba, pero no sabía exactamente qué.

Finalmente, llegamos a un pequeño hotel en las afueras de la ciudad. Era modesto, discreto. Alex había elegido bien. Lo suficientemente lejos como para que nadie nos encontrara fácilmente, pero lo suficientemente cómodo para quedarnos mientras la casa era reparada.Nos registramos bajo nombres falsos. **Él no quería correr riesgos**, así que me pidió que me quedara en la habitación mientras él arreglaba los detalles en la recepción. Subimos en silencio por las escaleras, y al entrar en la habitación, sentí una extraña calma. Era pequeño, pero acogedor. Al menos, por ahora, estábamos a salvo.

—Esto es temporal —me dijo Alex mientras se sentaba en el borde de la cama—. Pronto todo volverá a la normalidad.

Quería creerle, pero algo me decía que no sería tan simple.

Y mis sospechas se confirmaron esa misma noche.

**Fue un golpe fuerte en la puerta**. Yo estaba junto a la ventana, observando la ciudad iluminada cuando sentí el estruendo. Alex y yo nos miramos, sabiendo de inmediato que algo estaba mal. Antes de que pudiera reaccionar, **la puerta del hotel voló en pedazos**. El aire se llenó de polvo y escombros.

Una figura esbelta, cubierta con una armadura verde metálica y una cola larga y afilada que se movía como un látigo, se adentró en la habitación. **Scorpion**. Lo reconocí de inmediato.

—Así que aquí está el perrito con el traje —dijo con una sonrisa torcida—. Sabía que Rhino era demasiado estúpido como para conseguir lo que quería. **Pero yo no fallaré**.Sentí un escalofrío recorrerme. **Él venía por el simbiote**. Este traje, esta cosa que había cambiado mi vida, era lo que todos querían.

Scorpion sacó un dispositivo extraño de su cinturón, algo que brillaba con un resplandor azulado. **Un arma diseñada para separar el simbiote de su huésped**. Pude sentir al traje retorcerse dentro de mí, como si reconociera el peligro.

—¡No! —gritó Alex, corriendo hacia Scorpion con más valentía de la que yo había esperado.Lo vi lanzarse contra él, tratando de arrebatarle el arma de las manos. El golpe fue inesperado, y Scorpion perdió el equilibrio por un segundo. **Alex aprovechó el momento para derribarlo**, y el arma cayó al suelo con un estruendo.

No pude quedarme quieto. **Salté sobre Scorpion antes de que pudiera levantarse**, mis manos—mis garras—rodearon su cuello mientras el simbiote fortalecía mis movimientos. Lo levanté del suelo y lo empujé contra la pared con tanta fuerza que las grietas se expandieron por todo el yeso.

—¡Te arrepentirás de haber venido aquí! —gruñí, dejando que mi voz se mezclara con la del simbiote, convirtiéndola en algo mucho más aterrador.Scorpion intentó moverse, pero no lo dejé. Con un rugido final, lo lancé contra el suelo y lo dejé inconsciente.

El silencio llenó la habitación de nuevo, pero esta vez, **no era un silencio de alivio**. Pude escuchar murmullos y gritos en el pasillo. Los otros huéspedes del hotel habían escuchado la batalla. Salí a la puerta, viendo cómo **la gente nos miraba aterrorizada**.

Alex apareció detrás de mí, mirando a los curiosos con una mezcla de frustración y cansancio. Sabía que esto no se veía bien. **Yo era una criatura enorme, oscura, que acababa de luchar contra un monstruo**. La gente no entendería. **Ellos solo verían el peligro, no lo que realmente éramos**.

—¡Esperen! —gritó Alex, poniéndose frente a mí como un escudo—. ¡No le tengan miedo! **Él es mi amigo**. ¡Él es un héroe!

Los murmullos crecieron, pero Alex continuó, sin dudar.

—¡Sé que parece un monstruo, pero no lo es! ¡Él me ha salvado una y otra vez! —Sus palabras eran firmes, llenas de convicción—. **Rex es mi familia**.

Vi cómo las miradas de los huéspedes cambiaban lentamente, de miedo a confusión, y algunas incluso a simpatía. **Las palabras de Alex empezaron a calar en ellos**, aunque no todos parecían convencidos.

Me quedé en la puerta, observando cómo la multitud se dispersaba poco a poco. Algunos seguían mirándome con recelo, pero **Alex no dejaba de defenderme**.

—Gracias... —le dije en voz baja, sintiendo cómo el peso de la culpa se aliviaba un poco.
Alex me miró, con esa sonrisa que había aprendido a valorar más que cualquier otra cosa.

—No tienes que darme las gracias, Rex. **Siempre te voy a defender, porque sé quién eres**.

 **Siempre te voy a defender, porque sé quién eres**

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El Rugido de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora