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Estoy en el atico, rodeado por las cosas que he acumulado en este tiempo, mi pequeño refugio. Pero esta vez no estoy solo. Siento la presencia de Lucy detrás de mí, observando cada rincón.

—Así que aquí es donde has estado durmiendo todo este tiempo —dice, y su voz es suave, casi llena de asombro.

—Así es —respondo, con un suspiro. Es extraño. Estar descubierto me genera una sensación tan inmensa como el temor que sentí cuando pronunció mi nombre allá afuera, en medio de la multitud.

Recuerdo ese momento. Al oír "¿Rex?", todo en mí pareció detenerse. Pensé que se asustaría o saldría corriendo, pero en lugar de eso, vino hacia mí y me abrazó, como si nada importara más que eso. Cuando la multitud comenzó a rodearnos, me vi obligado a saltar y esconderme en la camioneta, donde me esperaban Tom y Clara con algo de ropa. Me la puse, y ellos me ayudaron a mantenerme fuera de vista hasta que Alex y Lucy llegaron.

Lucy se acercó, sus ojos buscando los míos entre la oscuridad de la chaqueta.

—Tú... eres Rex, ¿verdad? —preguntó con voz temblorosa, mientras sus ojos brillaban entre la mezcla de miedo y esperanza.

Asentí y dejé que la chaqueta cayera, revelando la forma de Venom Heart pero con mi cabeza, la cabeza de un Rottweiler. Ella dio un paso hacia mí, boquiabierta.

—Eres tú. ¡Eres Rex! —exclamó, y antes de que pudiera responder, me abrazó de nuevo—. No puedo creerlo. El perro de mi papá es un héroe.

Mientras la abrazaba, sentí una calma que no había experimentado en mucho tiempo. Le conté todo, desde cómo adquirí los poderes hasta las batallas que libré en secreto. De vez en cuando, Venom intervino, respondiendo preguntas con su voz profunda y peculiar que hizo reír a Lucy. 

En un momento, me miró con tristeza.

—Perdón por aquella vez que te llamé monstruo —susurró.

La abracé con más fuerza y le aseguré que no tenía nada que perdonarle. Poco después, llegamos a la casa, y, por primera vez, le mostré dónde he estado durmiendo estos meses.

—¿Y has estado durmiendo solo? —pregunta con una nota de preocupación en la voz.

Antes de que pueda responder, un pequeño y familiar Rottweiler se asoma desde su rincón del colchón, sacudiendo la cola con alegría.

—En realidad, no del todo —digo, señalando al cachorro—. Lucy, te presento a Ojitos.

Lucy se agacha emocionada mientras Ojitos salta hacia mí. Lo levanto y le rasco la pancita, a lo que responde con un lametón en la mejilla.

—Es adorable, Rex. ¡Un verdadero héroe tiene que tener su propio sidekick! —dice, riendo mientras acaricia a Ojitos.

Después de unos minutos, su expresión se vuelve curiosa.

—Oye, Rex... ¿cómo supe que eras tú? —pregunto con una leve sonrisa. Ella inclina la cabeza y responde:

—Cuando me sujetaste en la montaña rusa, vi tus orejas. Estaban cubiertas, pero se movieron igual que cuando jugábamos a la pelota.

Sonrío y asiento, un poco avergonzado.

—Supongo que debería haberlas cubierto mejor.

En ese momento, Clara asoma la cabeza por la puerta.

—Ya está la cena.

Me siento en paz por primera vez en mucho tiempo, rodeado de quienes realmente saben quién soy y aún así están aquí, aceptándome.

El Rugido de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora