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Unas horas después de recibir el mensaje, la tensión en la casa era palpable. Alex estaba visiblemente nervioso, y no era difícil entender por qué. Su hija iba a venir de visita, y aunque debería ser una noticia feliz, la preocupación en su rostro lo decía todo.

Mientras Alex trataba de preparar todo para la llegada de su hija, yo decidí echarme un rato en nuestro cuarto. Estaba cansado después de la pesca, pero sobre todo, necesitaba pensar. Me acomodé en la cama, cerré los ojos y pronto me encontré en esa especie de espacio mental donde podía hablar con Venom.

—Venom, ¿estás ahí? —pregunté, sabiendo que siempre estaba presente, aunque no siempre habláramos.

—Sí, Rex —respondió con su habitual tono grave.

Me quedé en silencio unos momentos, buscando las palabras adecuadas.

—La hija de Alex... Recuerdo cuando era pequeña, solo una niña de cuatro años. Jugábamos a atrapar la pelota en el jardín, y a veces me disfrazaba de señora para jugar a tomar el té. Ella siempre reía cuando lo hacía, y yo disfrutaba verla feliz. Pero ahora... ahora tiene diez años. Ha pasado tanto tiempo, y no sé si ella podrá aceptarme así. Ya no soy el mismo perro con el que creció.

Venom escuchó en silencio antes de responder.

—Quizás lo mejor sería que se mantuvieran alejados un tiempo, Rex. Tal vez necesites tiempo para adaptarte a tu nueva forma antes de enfrentarte a algo tan importante como esto.

Asentí, aunque me dolía pensar en estar lejos de la hija de Alex. Ella siempre fue una luz en nuestras vidas, y me aterraba la idea de que ahora podría asustarla en lugar de hacerla reír.Después de un rato, decidí bajar al piso inferior. Alex estaba en la sala, hablando por teléfono. Escuché fragmentos de la conversación, pero no quise interrumpir. En cambio, fui a la cocina y me puse a preparar el salmón que habíamos pescado. Era una tarea sencilla, pero me ayudaba a despejar la mente.

Cuando llegó la hora de cenar, aún me sentía extraño al usar cubiertos. Era una sensación que no terminaba de acostumbrarme, aunque Alex siempre me ofrecía la opción de comer como lo hacía antes.

—¿Prefieres hacerlo como antes, Rex? —me preguntó con una sonrisa suave, tratando de aliviar la tensión.

—No, Alex —le respondí, intentando mantener la firmeza en mi voz—. Quiero hacerlo de esta forma.

Comenzamos a comer en silencio, pero pronto la conversación se dirigió hacia la visita inminente.

—He estado pensando en cómo manejar esto con mi hija —dijo Alex, mirándome a los ojos con una seriedad que pocas veces mostraba.

—¿Tienes un plan? —pregunté, sabiendo que, si alguien podía manejar esta situación, era Alex.

—Sí, Rex. Pero antes, necesito que confíes en mí. Esto va a ser difícil para todos, pero creo que podemos lograrlo juntos.

Asentí, sintiendo una mezcla de miedo y esperanza. Había llegado el momento de enfrentar lo que más temía: la reacción de la hija de Alex al ver en lo que me había convertido. Pero con Alex a mi lado, supe que no estaría solo en esto.

El Rugido de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora