Cap 37

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Rhildo miró el objeto entre sus manos, e hizo una mueca.

El arco oscuro y siniestro, digno de un arma de un Demonio... En realidad no venía de un lugar tan malvado.

Este no era nada más ni nada menos, que uno de los artefactos divinos más poderosos dejados por los Grandes Dioses hace cientos de años.

Y los Cardenales le dieron a él, el líder de la Escritura del Agua Clara, el honor de tener y usar tal objeto.

¿Por qué se le fue confiado un objeto tan sagrado a Rhildo entre todas las personas? ¿Qué iba a hacer con ello?

Bueno, el objeto dado por los Dioses a la Teocracia, la Maldición de Hera, era un objeto tan poderoso como aquel artefacto conocido como la Caída del Castillo y el País, actualmente en búsqueda de un nuevo usuario que pueda soportar utilizar el objeto más de una vez.

Un objeto con un nombre tan impío, y una apariencia tan diabólica... Pero sin embargo, estaba bajo el poder de los Dioses, y bendecida por su luz. Por lo tanto, cualquier inquietud que Rhildo sentía del arco, era relativamente suprimida por su adoración y fé.

Rhildo era un arquero. Y más allá de un arquero, un espía. La Escritura del Agua Clara, después de todo, era una unidad especializada en espionaje e infiltración.

Debido a ello, ellos eran los actualmente más perfectos para esta misión.

Con la amenaza siempre presente del Demonio de Komodo, y con el extraño país recién surgido de Deorum Regnum a un lado, un país interracial que acogía a los asquerosos Semihumanos donde una vez hubo un poderoso imperio humano... Bueno, la Teocracia no podía quedarse de brazos cruzados.

Miró nuevamente al arco, y luego al horizonte.

Sucedería una guerra hacia donde estaba viendo. Las Planicie Katze.

Su deber... El deber de su unidad, era la de vigilar la guerra desde un lugar seguro. Con la falta de la Astróloga de las Mil Millas y la Escritura Negra en estado inactivo por el momento, ellos eran la mejor opción.

El propio Rhildo era tan fuerte como para poder pertenecer a la Escritura Negra como un miembro, pero aún era el capitán de la Escritura del Agua Clara, y él quería mantenerse así.

Sin embargo, como demostró la razón de que la Escritura Negra esté inactiva, el Demonio de Komodo era capaz de lidiar con héroes de la humanidad.

Por ello, en el mismo bastión que era la ciudad-fortaleza fronteriza de la Teocracia, estaba nada más ni nada menos que la mayor fuente de estrés de Rhildo. El capitán de la Escritura Negra.

¿Por qué? Por seguridad, básicamente.

No podían permitir que se pierda un artefacto como este, por lo que llegaron a este nivel de precaución.

Volviendo a la razón de todo esto, bueno. Rhildo tenía el artefacto por una simple razón. Si aparecía el Demonio de Komodo, o cualquiera de sus esbirros, y podía hacer algo al respecto, usaría el arco.

La Maldición de Hera era un objeto muy poderoso y variado después de todo.

Sin embargo, si el escenario es como creía que sería, existía la posibilidad de que Rhildo cause un regicidio. O un problema igual de grave como para causar una guerra entre este nuevo país y la Teocracia.

Eso sin contar el impacto psicológico que podía ser ver una guerra pasar frente a sus propios ojos, y no hacer nada al respecto.

Apretó su agarre alrededor del arco, y suspiró.

Mañana, a primera hora, partirían hacia las Planicies Katze...

Rezó a los 6 para que todo salga bien.

Overlord Fic: La Rosa Roja y la Rosa NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora