Capitulo 42

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Martin se frotaba las sienes mientras miraba por la ventana del coche, sintiendo cómo el peso del día le caía sobre los hombros. El sonido del motor del viejo coche de los padres de Juanjo rompía el silencio de la carretera oscura, una carretera casi vacía que los conducía desde Zaragoza hacia Magallón. Llevaban apenas quince minutos de trayecto, pero para Martin, cada segundo parecía alargarse indefinidamente. El cansancio le pesaba en los ojos, no había dormido casi nada la noche anterior; la noche madrileña había sido intensa, llena de música, luces y risas, pero ahora, bajo el manto de la noche aragonesa, esos recuerdos parecían desdibujarse ante la realidad de estar ahí, sentado junto a Juanjo.

Era un alivio que el hermano de Juanjo estuviera estable. La noticia de la hospitalización había sacudido a todos, y Martin había sentido una mezcla de preocupación y urgencia que lo empujó a dejar todo y tomar el tren de Madrid a Zaragoza en cuanto se enteró. Ahora, después de pasar unas horas en el hospital con Juanjo y su familia, intentaba relajarse mientras volvían a la casa familiar de Juanjo en Magallón, pero sus nervios no le daban tregua. Era la primera vez que estarían solos en esa casa, un lugar lleno de recuerdos de infancia para Juanjo, pero completamente desconocido para él.

El coche avanzaba por la carretera sinuosa, y Martin no podía evitar robarle miradas a Juanjo, quien, concentrado en el volante, parecía tranquilo, como si el simple hecho de conducir lo ayudara a procesar lo que había pasado durante el día. La luna, alta y brillante en el cielo despejado, iluminaba los campos a ambos lados de la carretera, haciendo que el paisaje pareciera casi irreal.

- ¿Estás bien? - preguntó Juanjo, girando un poco la cabeza sin apartar los ojos del camino.

Martin asintió lentamente, aunque sabía que no podía engañar a Juanjo. Había demasiadas cosas pasando por su mente. Por un lado, el cansancio acumulado de la fiesta de la noche anterior en Madrid lo tenía agotado. No había dormido más de cinco horas antes de escuchar a Violeta tocarle la puerta, y luego la incertidumbre en Atocha cuando Juanjo no aparecía en la zona de llegadas. Desde entonces, todo había sido una mezcla de emociones y prisas. Por otro lado, estaba el hecho de que, a pesar de la cercanía emocional que había entre ellos, esta sería la primera vez que compartían una noche juntos en la casa familiar de Juanjo. Se sentía vulnerable, como si estuviera invadiendo un espacio que no le pertenecía del todo.

- Solo estoy un poco cansado, creo —respondió finalmente, intentando sonreír.

Juanjo le devolvió una sonrisa fugaz antes de volver a concentrarse en la carretera.

- Lo imagino. Has hecho un gran esfuerzo viniendo desde Madrid tan rápido. Mi familia también lo aprecia, ya lo sabes.

Martin asintió, pero el nudo en su estómago no desapareció. Sabía que los padres de Juanjo lo apreciaban, habían sido amables con él, pero algo en la idea de estar solo en esa casa lo inquietaba. Tal vez era el cansancio que lo hacía pensar demasiado, o tal vez era el simple hecho de estar más vulnerable después de un día tan emocional.

El coche finalmente llegó al pequeño pueblo de Magallón. Las calles estaban desiertas, con solo unas pocas luces encendidas en las ventanas de algunas casas. El silencio era casi total, salvo por el murmullo lejano del viento. Juanjo aparcó el coche frente a la casa de su familia, una construcción de piedra con una fachada simple pero acogedora. Martin sintió un escalofrío cuando bajó del coche, no por el frío, sino por la sensación de estar en un lugar que no conocía del todo.

- Bienvenido a mi hogar -dijo Juanjo, sonriendo con un tono suave, como si entendiera perfectamente lo que Martin estaba sintiendo.

El menor sonrió nerviosamente mientras seguía a Juanjo hasta la puerta, el cual abrió la puerta con un gesto familiar, encendiendo las luces del recibidor y dejando que Martin entrara primero.

Pase lo que pase tu y yo // JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora