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Astra estaba sentada en el suelo, el lápiz entre sus pequeños dedos mientras se concentraba en la hoja de papel frente a ella. El ambiente en la habitación estaba tranquilo, solo se escuchaba el suave raspado del lápiz sobre el papel. Dabi, recostado cerca, la observaba en silencio, dejando que su hermana practicara a su propio ritmo.
— ¿Qué estás escribiendo ahora? — preguntó Dabi, su voz baja y calmada.
Astra levantó la vista y sonrió, mostrando con orgullo la hoja garabateada que había llenado con letras torcidas y números desordenados. En medio de la confusión, Dabi alcanzó a distinguir su nombre escrito varias veces: "Astra".
— Estoy escribiendo mi nombre otra vez — respondió la niña, señalando con el dedo las letras que había aprendido.
Dabi asintió, dándole una sonrisa de aprobación.
— Lo estás haciendo muy bien. Cada vez te sale mejor.
Astra, animada por el elogio, volvió a concentrarse en el papel. Su lengua se asomaba ligeramente mientras trataba de escribir otras palabras que había escuchado, como "gato" y "nieve", aunque algunas letras estaban al revés o faltaban.
— ¿Cómo se escribe "hermano"? — preguntó de repente, levantando la cabeza para mirar a Dabi.
Dabi soltó una risa suave.
— H-E-R-M-A-N-O — deletreó lentamente.
Astra frunció el ceño, repitiendo las letras mientras las escribía con cuidado. A veces se detenía, miraba su trabajo, y luego seguía. Aunque su escritura era torpe, Dabi notaba que mejoraba poco a poco.
— ¡Mira! — exclamó cuando terminó, mostrando orgullosa la palabra que había escrito en grandes letras. — ¡Hermano!
Dabi asintió con una sonrisa.
— Perfecto. Ahora intenta escribir "gato". Te falta la "O" al final.
Astra soltó un leve "¡oh!" de sorpresa antes de volver a corregir la palabra. Después de unos minutos, la hoja estaba cubierta de nombres, números, y algunos garabatos que probablemente eran dibujos de gatos y muñecos de nieve.
— Esto es divertido — comentó Astra mientras dejaba el lápiz a un lado y se estiraba. — ¿Puedo escribirle una carta a Santa Claus?
Dabi sonrió, aunque en su interior no podía evitar sentir una pequeña punzada de tristeza. Sabía que la vida no era como Astra la imaginaba, pero no quería apagar su inocencia tan rápido.
— Claro — respondió, inclinándose para agarrar otro trozo de papel. — Puedes escribirle lo que quieras. ¿Qué le vas a pedir?
Astra comenzó a escribir lentamente, sus letras grandes y tambaleantes.
— Patines de ruedas... y un muñeco de nieve gigante... y que podamos comer más pasteles.
