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El aire otoñal corría suavemente por las calles desiertas mientras Astra saltaba ágilmente de un tejado a otro, una sonrisa de pura libertad en su rostro. El cielo gris estaba despejado, y las hojas de los árboles caían lentamente, pintando la ciudad con tonos cálidos de naranja y amarillo. Astra amaba esa sensación, el viento acariciando su rostro y el latido acelerado de su corazón mientras sentía que podía volar.
— ¡Vamos, hermano, más rápido! — gritó entre risas, volteando la cabeza hacia Dabi, quien la seguía de cerca, aunque con un ritmo más calculado.
Dabi, por su parte, se mantenía concentrado, manteniendo el ritmo detrás de su hermana mientras observaba cada uno de sus movimientos con cautela. Aunque la velocidad y agilidad de Astra lo sorprendían, no dejaba de preocuparse por su seguridad. Sabía que ella era capaz, pero nunca dejaba de ser su hermana pequeña, y para él, eso significaba protegerla siempre.
— No te confíes demasiado, Astra. — le advirtió con su tono áspero, aunque sus ojos brillaban con un toque de orgullo.
Astra solo se rió mientras saltaba sobre otro tejado, su cabello negro ondeando tras de ella. El frío de la estación no parecía afectarla, en cambio, parecía disfrutar cada segundo de esa libertad. Al crear una pequeña corriente de nieve bajo sus pies, aterrizó suavemente sobre el siguiente edificio, mirando de reojo a Dabi que llegaba justo detrás de ella.
— Me encanta este clima — dijo, con una sonrisa. — El frío y la brisa son perfectos. Me siento... viva.
Dabi la observó por un momento, notando cómo Astra había crecido. Ya no era la niña pequeña que solía proteger en todo momento. Ahora, era fuerte y confiada, pero a veces olvidaba que, a pesar de todo, aún era joven y vulnerable.
— No te olvides que la libertad tiene un precio, Astra — dijo, poniéndose a su lado. — Disfrútala, pero no bajes la guardia.
Astra lo miró, con una sonrisa desafiante en los labios. — ¿Desde cuándo te convertiste en tan filosófico, hermano?
— Desde que tengo que cuidar a una niña que se cree invencible — respondió él, rodando los ojos, aunque había cariño en su voz.
Astra se rio, pero antes de poder responderle, saltó nuevamente hacia otro tejado, y esta vez Dabi decidió seguirle más de cerca. Sabía que no podía atraparla, no cuando ella estaba tan enfocada en disfrutar el momento, pero eso no le impedía intentarlo. Mientras ambos recorrían los tejados bajo la fría brisa otoñal, Dabi no pudo evitar sentirse agradecido por estos momentos. Por mucho que Astra lo hiciera enojar a veces con su espíritu imprudente, ella era lo más cercano a una familia que tenía, y haría lo que fuera para protegerla.
Finalmente, después de correr un rato más, Astra se detuvo en el borde de un edificio alto, respirando profundamente mientras observaba la vista de la ciudad bajo sus pies. Dabi se unió a ella en silencio, dejando que el viento frío acariciara su rostro.
