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Era una noche fría en la ciudad. Las luces de las calles proyectaban sombras largas, mientras Valeria se acurrucaba en el sofá de su pequeño apartamento, con una sensación extraña en su interior. Llevaba días sintiéndose mal, con náuseas constantes y una fatiga inexplicable que la consumía. Su corazón latía con fuerza mientras sostenía entre sus manos la pequeña prueba de embarazo que acababa de realizar. La miraba fijamente, como si su vida entera dependiera de esas dos líneas.
El silencio en la habitación se rompió cuando la segunda línea se hizo evidente. Valeria sintió como si el mundo se detuviera. No podía creerlo. Estaba embarazada.
— No... — susurró, dejando caer la prueba en la mesa. Su respiración se aceleró y sus manos comenzaron a temblar. — Esto no puede estar pasando...
Se llevó las manos al rostro, recordando los momentos que había compartido con Enji Todoroki, el héroe que conocía el mundo, pero también el hombre detrás de la fama. Sabía que lo que habían tenido no debía haber sucedido. Un error, una noche de pasión que nunca debió trascender. Él estaba casado, y ella era consciente de ello, pero durante esos instantes, todo había sido diferente. Las palabras, las miradas, los susurros. Parecía como si, por un breve momento, él hubiera querido escapar de la presión que llevaba sobre sus hombros.
Valeria se levantó del sofá, sintiendo el peso de lo que esto significaba. Caminó hacia la ventana y miró las luces de la ciudad, pensando en lo que debía hacer. Sabía que esto cambiaría todo, que no podía quedarse callada. Pero al mismo tiempo, ¿cómo podía enfrentarlo? ¿Cómo decirle a Enji que iba a ser padre de un hijo fuera de su matrimonio?
La angustia la invadía. No quería que su bebé fuera una consecuencia de un error. Quería que su hijo tuviera una vida, un futuro, pero con Enji Todoroki como padre, ¿qué posibilidades había de eso? Él era un hombre que lo controlaba todo, que imponía su voluntad en cada aspecto de su vida. No había lugar para un hijo fuera de los que ya tenía con su esposa.
Mientras las horas pasaban, Valeria recordaba la última vez que lo vio. Había sido frío, distante. Su carácter impasible, el que tanto lo definía, era también el muro que impedía que cualquier emoción real se mostrara. Pero ella había visto un lado diferente esa noche, un hombre quebrado, lleno de dudas y frustraciones.
— ¿Qué voy a hacer? — se preguntó en voz baja, sintiendo el peso del secreto que ahora cargaba.
Esa noche no pudo dormir. La ansiedad se apoderaba de ella, pensando en todas las decisiones que debía tomar. Sabía que debía decirle a Enji, pero también sabía que la vida de su hijo nunca sería sencilla si lo hacía. ¿Valía la pena enfrentarse a él, a su familia, a su poder? ¿O era mejor desaparecer, criar al niño lejos de todo eso, en algún lugar donde nadie supiera quién era su padre?
El amanecer finalmente llegó, pero con él, no vino la claridad. Valeria se sentía perdida, atrapada entre el amor por la vida que crecía dentro de ella y el miedo a lo que eso significaría para el futuro. Sabía que no podría ocultarlo para siempre, y tarde o temprano tendría que tomar una decisión.
