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Dabi estaba sentado en el colchón, con Astra acurrucada contra su pecho. La pequeña, aún adormilada después de la noche agitada, mantenía su cabeza apoyada sobre el torso de su hermano, sus ojos grandes y curiosos observando cada movimiento que él hacía.
En silencio, Dabi cortaba un trozo de carne con un cuchillo afilado que había conseguido quién sabe dónde. Su rostro se mantenía serio y concentrado, aunque su gesto se suavizaba un poco cada vez que Astra lo miraba fijamente, como esperando que él hiciera algo interesante. Los platos que había robado no eran los más elegantes, pero era lo suficiente para que pudieran comer juntos.
— ¿Tienes hambre, renacuaja? — preguntó Dabi, echando un vistazo a su hermana. Ella no dijo nada, sólo asintió lentamente con la cabeza, abrazándose un poco más fuerte a su costado.
Dabi suspiró, pero una pequeña sonrisa torcida apareció en su rostro. Cortó un trozo más pequeño de carne y lo levantó con el tenedor, acercándolo a la boca de Astra. La niña lo miró un momento, antes de abrir la boca y recibir el bocado. Masticó despacio, mientras mantenía una mano pequeña aferrada a la camiseta de Dabi, buscando su calidez y seguridad.
— Eso es, pequeña. Come despacio — murmuró él, cortando otro trozo para ella.
Astra comía con tranquilidad, confiando plenamente en que su hermano cuidaría de ella. Aunque él no hablaba mucho, su presencia era suficiente para hacerla sentir segura. Los ruidos apagados de la guarida de la Liga se sentían distantes, mientras ellos compartían ese pequeño momento de calma.
Después de un par de bocados, Astra levantó su mirada hacia Dabi, tocando suavemente su brazo para captar su atención. — ¿Tú no comes, hermano? — preguntó en voz baja.
Dabi la miró de reojo, sorprendido de que Astra se hubiera dado cuenta. No tenía mucho apetito últimamente, entre las misiones y las preocupaciones, pero al ver esos ojos preocupados, supo que no podía decirle que no.
— Está bien, no te preocupes por mí — murmuró, aunque Astra no parecía convencida. Sus ojos seguían fijos en él, como si esperara una respuesta diferente.
Suspirando, Dabi cortó un trozo de carne para sí mismo y lo llevó a su boca, masticando lentamente. No sabía si realmente lo hacía por él o por tranquilizar a Astra, pero la niña pareció relajarse al ver que su hermano también comía.
Después de eso, el silencio volvió a llenarlos, pero era un silencio cómodo, lleno de complicidad. Astra seguía acurrucada en el pecho de Dabi, mientras él se aseguraba de que su hermana comiera lo suficiente antes de darle los últimos bocados a sí mismo.
— Gracias, hermano — murmuró Astra, abrazándolo un poco más fuerte.
Dabi le acarició el cabello suavemente, sin decir nada más, pero con una pequeña sonrisa que solo Astra podía provocar.
Astra estaba sentada en el suelo de la pequeña habitación, rodeada de hojas de papel arrugadas y un puñado de lápices de colores que Dabi le había conseguido de algún lugar. Sus ojos brillaban de emoción mientras se concentraba en su dibujo, el ceño ligeramente fruncido mientras movía la mano con cuidado, trazando líneas que sólo ella entendía.
