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Desde el otro lado del campo de batalla, los héroes se reagrupaban tras el ataque devastador de Dabi y Astra. El aire aún estaba cargado de una mezcla extraña de frío y calor que los había dejado a todos temblando. El suelo a su alrededor estaba quemado en algunos puntos y congelado en otros, un recordatorio de la abrumadora combinación de poderes que acababan de presenciar.
Eraser Head fue el primero en levantarse, aunque con dificultades. Sus músculos dolían y su cabeza palpitaba por la intensa concentración que había usado para intentar anular los quirks de los villanos. Sin embargo, no había podido evitar que el ataque tomara forma, y ahora sus compañeros sufrían las consecuencias.
— ¿Todos están bien? — preguntó, su voz grave pero preocupada.
A su alrededor, los demás héroes se recuperaban poco a poco. Mirko, la heroína conejo, se apoyaba en una rodilla, jadeando, mientras observaba la escena devastada. Todavía podía sentir las quemaduras frías en su piel, un dolor extraño que no había experimentado antes.
— ¿Qué demonios fue eso? — gruñó Mirko, frotándose el brazo que había sido afectado por la mezcla de fuego y hielo.
— Esa chica... — habló ingeniero Cementoss, con la voz apagada. — Su quirk es increíblemente fuerte. Y junto a Dabi, forman una combinación devastadora.
Fat Gum se levantó tambaleándose, su cuerpo aún temblando. A pesar de su resistencia, incluso él había sido afectado por el ataque. Podía sentir las quemaduras de frío extendiéndose por su piel, una sensación antinatural que lo desconcertaba.
— ¡Malditos villanos! — exclamó Fat Gum. — No esperaba algo tan poderoso... Dabi es una cosa, pero esa chica...
Eraser Head cerró los ojos por un momento, respirando profundamente para calmarse. Sabía que la situación había escalado demasiado rápido, y la aparición de esa nueva villana —una joven que apenas parecía tener la edad de un estudiante de la UA— complicaba las cosas aún más.
— Necesitamos más información sobre ella, — dijo Aizawa con seriedad, ajustando sus vendas alrededor de sus brazos. — No podemos permitir que alguien con ese tipo de poder siga actuando de forma tan impune.
Izuku, que estaba aún agachado y tratando de recuperar el aliento, recordó vívidamente lo que había sentido durante el enfrentamiento. Había sido el segundo héroe en enfrentarse a ella después de Uraraka, y ambos habían experimentado esa misma sensación: el aire gélido entrando en sus pulmones, el frío quemante que lo debilitaba.
— Lo que ella hace... — dijo Izuku, con la voz débil pero firme. — No es solo frío. Es un tipo de frío que te debilita desde dentro. Es como si te congelara los órganos...
Bakugo, sentado cerca, se limpió la sangre de un labio partido y fulminó con la mirada a Izuku, como si todo fuera culpa de su análisis.
— ¡Esa mocosa... me las va a pagar! — gruñó Bakugo. — Casi me revienta la cara, ¡pero yo le di bien fuerte también!
