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La noche había caído sobre la ciudad, envolviéndola en un manto de oscuridad punteado por las luces dispersas de las farolas. Dabi caminaba a través de un parque desierto, con Astra agarrada de su mano pequeña. A esas horas, el parque estaba vacío, lo que era perfecto para Dabi, quien prefería mantener a su hermana lejos de miradas curiosas.
La niña, con su abrigo, bufanda, guantes y un gorro que apenas dejaba ver sus rizos blancos, avanzaba con pasos cortos, mirando a su alrededor con los ojos llenos de curiosidad. Sin embargo, su rostro estaba marcado por una expresión de incomodidad.
─ Hermano… ¡No puedo moverme bien! ─ se quejó Astra, tirando de la manga del abrigo mientras intentaba liberar sus brazos de las capas de ropa que Dabi le había puesto.
Dabi la miró, y aunque mantenía su habitual expresión seria, no pudo evitar sentir un leve toque de ternura ante las protestas de la pequeña. Sabía que hacía frío y quería asegurarse de que Astra no enfermara, pero también entendía que para una niña de cuatro años, estar tan abrigada podía ser un poco molesto.
─ Hace frío, Astra. No quiero que te resfríes ─ respondió, inclinándose un poco para ajustarle el gorro que se había torcido con sus intentos de liberarse.
─ Pero… ¡No puedo ni bajar los brazos! ─ insistió Astra, intentando mover sus brazos con frustración.
Dabi suspiró, viendo que Astra estaba decidida a no ceder. Sabía que podía ser muy persistente cuando algo no le gustaba, y este parecía ser uno de esos momentos. Finalmente, decidió ceder un poco para calmarla.
─ Está bien, te quitaré la bufanda. Pero el abrigo se queda puesto ─ dijo, comenzando a desenrollar la bufanda del cuello de Astra.
Astra sonrió, contenta de al menos haber conseguido algo. Dabi guardó la bufanda en su bolsillo, permitiendo que la pequeña pudiera moverse un poco más libremente.
─ Mejor así ─ dijo Astra, balanceando sus brazos ahora que podía moverlos.
─ Mejor, pero no te quites nada más ─ le advirtió Dabi, volviendo a tomar su mano.
Continuaron caminando por el parque, con Astra más animada ahora que estaba un poco menos abrigada. La pequeña miraba todo a su alrededor, fascinada por las sombras que los árboles proyectaban bajo la luz de las farolas, y por el sonido lejano del viento que movía las hojas.
─ Hermano, ¿puedo correr un poco? ─ preguntó Astra, mirando hacia una pequeña explanada de césped que se extendía bajo la luz de la luna.
Dabi dudó por un momento. Su instinto le decía que debía mantenerla cerca, pero también sabía que Astra necesitaba liberar su energía, y un parque vacío en la noche no parecía un mal lugar para dejarla correr.
─ Ve, pero no te alejes demasiado ─ accedió finalmente.
Astra soltó su mano y salió corriendo, sus risas resonando en la noche mientras corría por el césped. Dabi la observó desde una distancia prudente, asegurándose de que no se alejara más de lo necesario. A veces se preguntaba cómo era posible que una niña tan pequeña pudiera ser tan fuerte y resistente, creciendo en medio de la vida caótica que él le había dado. Pero, sin importar lo difícil que fuera, Astra siempre encontraba una manera de sonreír y disfrutar de las cosas más simples, como correr por un parque.
