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La sala del tribunal estaba en silencio, los minutos se sentían como horas mientras todos esperaban la decisión del juez Kim Sunoo. El aire estaba cargado de tensión, el sonido de los relojes parecía resonar con más fuerza en el eco del gran salón. Seungmin se mordía el labio inferior, su corazón palpitando con fuerza bajo la presión. Sabía que el futuro de sus hijos, su propia libertad y felicidad, dependían de las palabras que estaba a punto de pronunciar el juez.

Kim Sunoo, con su porte impecable y su expresión seria, se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz y finalmente habló. "Después de revisar todos los testimonios y las pruebas presentadas en este tribunal…" Hizo una pausa, dejando que su mirada recorriera la sala, deteniéndose brevemente en el rostro de YeongDae, que parecía pálido y tenso. "…fallo a favor de Kim Seungmin."

Un murmullo de alivio recorrió la sala, y Seungmin sintió que un peso invisible se desvanecía de sus hombros. Sus ojos se llenaron de lágrimas al instante, su mano voló a taparse la boca en un gesto de incredulidad. No podía creerlo; había ganado. Le habían otorgado la custodia total de sus hijos. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, y se permitió llorar, un llanto de alivio, de victoria, de esperanza renovada.

"Además," continuó el juez Sunoo, "se concede una orden de restricción contra YeongDae, efectiva de inmediato." Giró su mirada hacia Seungmin, y por un breve momento, la dureza de su expresión se suavizó con una cálida sonrisa. "Has hecho un gran trabajo como madre, Seungmin," dijo con voz firme pero llena de empatía. "Te felicito."

Seungmin asintió, apenas capaz de hablar. "Gracias… gracias, señor juez," logró decir entre sollozos, su voz temblando de emoción.

El juez Sunoo se incorporó, con la elegancia de un rey, y sin más dilación, se volvió para salir de la sala. Al pasar junto a YeongDae, lo miró de arriba abajo con una expresión de desprecio apenas disimulado, como si lo estuviera rebajando con una sola mirada. YeongDae bajó la cabeza, derrotado y humillado.

En cuanto el juez abandonó la sala, Minho fue el primero en llegar hasta Seungmin, envolviéndolo en un abrazo apretado. "Lo logramos," susurró en su oído, su tono lleno de alegría y orgullo. "Sabía que podías hacerlo."

Chan se unió al abrazo, rodeando a su omega con sus brazos fuertes y seguros. Seungmin se dejó sostener por un momento, sintiendo cómo la calidez de sus seres queridos lo envolvía, cómo el miedo y la angustia se disolvían al fin, dejando solo un alivio inmenso. Una risa ligera, casi incrédula, escapó de sus labios.

El ambiente en la sala cambió. La tensión fue reemplazada por sonrisas y risas; todo parecía más brillante, más esperanzador. Seungmin se permitió mirar una última vez a YeongDae, quien permanecía sentado, su rostro una mezcla de ira y desdén. Sabía que esa sería la última vez que lo vería, y con un movimiento decidido, levantó su dedo del medio, dedicándole un gesto final de desprecio y liberación.

"Que te jodas," murmuró Seungmin con una sonrisa ancha, sintiendo cómo el poder regresaba a sus manos.

Chan soltó una carcajada, abrazándolo aún más fuerte, su risa llenando la sala de tribunal. "Ese es mi omega," dijo entre risas, su voz cargada de amor y admiración.

Minho, mientras tanto, se peinó el cabello con autosuficiencia, dejando caer una sonrisa traviesa en su rostro. "Otro éxito para el mejor abogado del condado," murmuró, claramente satisfecho consigo mismo, mientras Seungmin y Chan se reían.

Por primera vez en mucho tiempo, todo parecía estar en su lugar. Seungmin sintió que su corazón se llenaba de una paz desconocida, una alegría que no necesitaba esconder. Había luchado, había ganado, y ahora podía comenzar de nuevo, libre, con sus hijos y el alfa que amaba. Todo estaba bien.

Accidentally Dad! (Chanmin) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora