28. Quiero aprender

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-Bosco, ¿podemos hablar?-

La voz de Roberto lo distrajo de sus pensamientos; había estado tan absorto leyendo la solicitud para la universidad que ni siquiera había notado la presencia de su compañero frente a él hasta que había hablado.

Bosco lo vio con algo de desconfianza, pero realmente no tenía nada que perder al escucharlo; su papá le había contado lo preocupado que había estado Roberto durante su secuestro, y lo dolido que se había sentido cuando había sido el principal sospechoso de su desaparición.

-Roberto, si quieres molestarme...-

-¿Por que tienes ese concepto de mi?- preguntó Roberto con voz molesta; Bosco sonrió de manera irónica al escuchar su reclamo.

-La forma en la que has comportado no es precisamente para escribirte odas a la amistad- respondió burlón.

-Pero si tú sabes perfectamente que no tuve nada que ver en tu intento de secuestro- reclamó con incredulidad.

-No estoy hablando del secuestro- respondió Bosco- estoy hablando de las veces en que fuiste grosero conmigo o con mi novio; de la vez que nos llamaste maricones en el entrenamiento o de la vez que tú y Julio vinieron a hablarme pestes de él, o de cuando ponchaste las llantas de mi coche, de eso estoy hablando-

Roberto suspiró con pesadez; si quería arreglar las cosas e irse en paz de la vida de Bosco, tenía que comenzar a ser honesto, consigo mismo y con Bosco.

-No soy homofóbico, Bosco- dijo con suavidad- es solo que... me cuesta trabajo aceptarme como soy, y saber que por no hacerlo arruiné la posibilidad de estar junto a ti, hizo que el enojo me nublara la vista-

Bosco alzó una de sus cejas algo sorprendido por las palabras de Roberto: jamás había esperado que, aunque fuera de forma implícita, el chico fuera capaz de admitir sus sentimientos por él.

-No quiero que te tomes esto a mal, porque no lo digo para lastimarte- dijo Bosco con toda la suavidad que le fue posible- pero tú y yo... jamás fue una posibilidad, Roberto.

-¿Cómo estás tan seguro?- preguntó dolido.

-Somos demasiado similares, Roberto- comenzó a decir- ambos necesitamos alguien que nos aporte luz, esperanza; somos fuertes, y nos levantamos de cualquier caída, pero necesitamos a alguien que nos acompañe en el proceso y nos haga entender que esta bien ser vulnerable; ninguno de los dos podría ser eso para el otro- dijo pensando en los ojos marrones de Pedro Pablo y la dulzura que siempre le regalaba cuando lo veía a los ojos mientras estudiaban matemáticas.

-Y ese... Pedro Pablo, ¿te ofrece esa paz?- preguntó con tiento, sabiendo la respuesta de antemano pero necesitando escucharla de todas formas.

-Él es mi esperanza- respondió con absoluta certeza Bosco, sonriendo sin poder evitarlo.

Roberto asintió con la cabeza, sintiendo una presión dolorosa en el pecho esparciéndose por todo su cuerpo; había sido tan repentino, que supuso que eso se sentía un corazón rompiéndose.

-Me alegra que hayas encontrado lo que tanto necesitabas- le dijo con sinceridad recordando al Bosco de once años vestido con un traje negro en el funeral de su mamá, sujetándose a un padre que no parecía saber que hacer con tres niños pequeños- De todas formas, sigo pensando que lo tuyo con Pedro Pablo no será para siempre.

-No me interesa mucho lo que pienses.

-¿No quieres saber porqué lo pienso?

-Porque soy rico y él es pobre, ¿no?

-No, no soy tan simple- dijo con una sonrisa- aunque supongo que tiene un poco que ver; creo que Pedro Pablo y tú, al venir de mundos diferentes, van a ver la vida de formas diferentes; tú tienes sueños, aspiraciones; él piensa en chico, Bosco, y no es su culpa, es como le enseñaron a pensar.

Aprender a quererte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora