La luna brillaba en lo alto, iluminando las tierras vastas y peligrosas que dividían a las manadas. El viento nocturno traía consigo el aroma de las flores del bosque, mezclándose con el olor característico de la madera quemada. En el centro de un pequeño refugio, un joven omega se encontraba solo, abrazando sus rodillas contra su pecho mientras el eco de su pasado resonaba en su mente.
Sergio Pérez, el último sobreviviente de su manada, sabía lo que significaba perderlo todo. El ataque de los osos no solo había destruido su hogar, sino que había dejado cicatrices invisibles en su alma. Aquel día, sus padres habían luchado hasta el último aliento para salvarlo, huyendo hacia la única esperanza que les quedaba: la Manada de los Leones.
Allí, en el corazón de la manada más poderosa, había encontrado refugio... y algo más. El joven león alfa Max Verstappen, hijo de los líderes, había encendido un fuego en su interior desde el primer momento que lo vio. Su aroma a roble y menta invadía los sueños de Sergio, impregnando sus pensamientos más profundos. Era su destinado, lo sentía en cada fibra de su ser. Pero el destino, al parecer, tenía otros planes.
Max no lo miraba con ternura, ni con amor. Lo miraba con desprecio. Para él, Sergio no era más que un huérfano débil, un omega insignificante que no merecía ocupar un lugar en su vida. Cada palabra dura que Max le lanzaba era como una daga que se hundía más en su corazón, recordándole lo pequeño que era, lo poco que valía para la poderosa manada de leones.
Pero lo peor no era el desprecio. No, lo peor era el silencioso conocimiento de que Max sabía que estaban destinados. Lo sabía y lo rechazaba. A sus ojos, Sergio no era suficiente. Nunca podría darle los herederos fuertes que su manada exigía, y eso, más que cualquier otra cosa, era lo que mantenía a Max alejado.
Sergio se abrazó más fuerte. Los murmullos y las habladurías en la manada se hacían cada vez más insoportables. "Es demasiado frágil", decían. "Un omega bonito, pero inútil". Todos los alfas lo veían, lo deseaban... pero lo rechazaban por su linaje de gatos. Y en el centro de todo, Max, su alfa destinado, que en lugar de protegerlo, lo empujaba más hacia el borde.
—Nunca serás suficiente para mí, Sergio —susurró Max con desdén—. Nunca.
Esas palabras, cortantes como el acero, marcarían el inicio de una historia de dolor, traición y redención. Un destino negado, una vida que cambiaría para siempre. Sergio estaba decidido a luchar, aunque su alma estuviera rota en mil pedazos. Y lo que aún no sabía era que, más allá de los rechazos, del desprecio, y del abandono, otro alfa poderoso estaba dispuesto a ofrecerle lo que Max jamás podría: amor, protección y un lugar donde realmente perteneciera.
El destino era caprichoso, y esta no sería una historia donde el camino fácil fuera el elegido.
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