La última vela se consumió a los pies del castillo, mientras los elfos se lamentaban por el nacimiento de la princesa, el rey debía ir a las campañas para poder cuidar y mantener su territorio, los elfos del viento querían abrirse paso hacia la zona Norte del reino, apropiándose del valle por donde pasaba el río hada, desconectando así la magia de las hadas de sus dominios.
Las guerras por territorios eran el mayor peligro para su estabilidad, ya que no solo podían perder parte de sus tierras, sino también a su rey quedando sin ningún gobernante.
Los elfos del fuego se arrepentían para sus adentros de haber elegido al rey Kenna como su rey, pero más que eso, se arrepentían de haber presionado tanto a los altos mandos a ejecutar la ley del fratricidio contra los príncipes para evitar que alguno de ellos se rebelara contra el nuevo gobernante.
En las leyes ancestrales estaba establecido que cuando un nuevo rey asciende al trono, este está obligado a asesinar a todos sus hermanos varones; de esta manera se evitan los disturbios en caso de que algún príncipe intente derrocar a su hermano. Y como las leyes ordenaban, así fue, el día de la coronación del rey Kenna 19 ataúdes desfilaron ante él, uno detrás de otro, camino al río hada donde los cuerpos de sus hermanos serían arrojados a las fauces del agua las cuales eliminarían cualquier mínimo rastro de fuego entre las piedras que cubrían sus cuerpos.
De haber sabido que el rey desposaría a una mujer incapaz de dar a luz a un verdadero heredero habrían mantenido al menos un príncipe vivo, encerrado en la prisión del sur, lejos de los volcanes y ríos de lava que brindan fuerza a los habitantes, lejos de su pueblo, lejos de cualquier privilegio o persona que le brindara ayuda; pero vivo, capaz de tomar el trono en caso de cualquier desgracia.
De cualquier manera, ya era muy tarde para arrepentimientos, solo les quedaba rezar a las hadas por el nacimiento de un varón en el castillo, o como última opción que los duques que habitaban dentro de los volcanes tuvieran un hijo que desposara a la princesa recién nacida y asumiera el trono de su reino.
Mientras tanto, en el sur, el área más pobre y marginada de aquel reino debido a la falta de volcanes aún no llegaba la noticia del nacimiento de la princesa Claennis, los elfos trabajaban bordeando los muros de obsidiana que mantenían a la población protegida de cualquier gota de agua que atentara contra sus vidas.
Los gemidos de los látigos resonaban en las paredes de la prisión, mientras los caballeros abarrotaban el antiguo palacio en los cuales planeaban las estrategias para la guerra que se enfrentaba en ese momento, el reino del viento se aproximaba a pasos agigantados hacia sus fronteras con intenciones de invadirlos.
Los generales de batalla insistían en avanzar contra las tropas invasoras con la mayor cantidad de soldados mientras el rey, presente gracias a la trasmisión de un espejo mágico insistía en la protección de su territorio sin la necesidad de avanzar hacia la amenaza, su meta era proteger la mayor cantidad de bienes materiales y vidas de sus soldados, no tenía intenciones de expandir su territorio sino de proteger y mejorar el que ya tenía.
Los generales, sin más opción que acatar las órdenes, salieron del edificio disgustados por la decisión del rey, les parecía un movimiento de cobardía el no avanzar y solo limitarse a proteger.
El plan del rey consistía en la creación de una frontera desde los cimientos más profundos de su reino hasta los puntos más altos de las estrellas, una frontera fabricada por gigantes de obsidiana vivos los cuales se mantendrían dormidos mientras nadie se les acercara, sin embargo, al sentir movimiento estos se levantarían prendiendo el fuego de sus venas contra cualquiera que intentara pasar el muro formado por sus propios cuerpos.
A pesar del rechazo de los altos mandos al inicio las fronteras prosperaron, alejando a los elfos del viento después de perecer varios ante las cascadas de lava con las que atacaban los gigantes de obsidiana.
Los duques pudieron regresar cada uno a sus respectivos volcanes, los miembros del concejo a la torre de hechicería en el templo de adoración a las hadas, y los capitanes de la guardia a cada uno de sus puntos cardinales dejando solo a un grupo de soldados recorriendo los alrededores de toda la muralla que recorría el reino en su totalidad, protegiéndolo mientras lo encerraba y aislaba del exterior.
El reino pudo prosperar en paz los siguientes dos años, produciendo sus propios alimentos, manteniendo su economía y sus bases jerárquicas, lo único que faltaba para completar su felicidad era la aparición de un heredero real.
Lastimosamente, la reina era incapaz de culminar sus embarazos teniendo múltiples abortos que le costaron su salud, pasaron años sin poder volver a escuchar las risas de un bebe entre los muros; sin embargo, la pequeña Claennis era el fruto de la alegría de la mayoría de habitantes del palacio.
La pequeña niña jamás conoció diferencias entre la servidumbre y ella misma, se emocionaba corriendo entre los pasillos mientras su niñera la correteaba intentando atraparla, se divertía en la cocina probando los dulces de los cocineros mientras ellos se entretenían preparando sus mejores platos para la princesa, aunque de vez en cuando le escondían algunos platillos con picante camuflado entre los dulces para reírse de las muecas de la pequeña.
La niña era la consentida de su padre, el cual la sentaba entre sus piernas bajo la mirada desaprobatoria de los miembros del concejo, quienes después de un tiempo se acostumbraron a regañadientes a su presencia debido a la astucia de la niña, la cual más de una vez, dio buenas ideas como planes de negocio.
Su madre quien en un inicio la rechazo por completo acabó por quererla, educándola en el arte de tejer sus planes a la sombra de los hombres, la niña aprendió rápido que para triunfar entre ellos su mejor arma era su gran belleza, y actuar como si no entendiera lo que pasaba mientras preparaba el camino que los demás debían seguir, dándoles a entender que ellos mismos tomaban las decisiones que ella ya había sembrado en sus cabezas.
La pequeña Claennis con apenas 5 años fue la única que asistió a su madre en su segundo embarazo de 10 lunas, las parteras ya no se molestaban en atenderla, acostumbradas a los hijos muertos, su padre tampoco mostraba el mismo interés por lo que le toco a la niña ayudar a su madre.
La reina perdió mucha sangre, el niño venía torcido lo que evitaba que la reina pudiera parirlo, lo único que salía de su interior eran chorros y chorros de sangre, Claennis desesperada solo podía ponerle trapos llenos de arena a su madre en la frente para secar el sudor. La reina ya acostumbrada a los partos entendió que no sobreviviría a este, los brazos pesaban demasiado y su vista era borrosa, por lo que con sus últimas fuerzas decidió abrazar a su hija.
- Mi princesa, mi pequeña niña, nunca olvides que por tus venas corre la sangre del rey, eres miembro de la realeza de nacimiento, nadie tendrá el poder de darte órdenes jamás, sé valiente mi niña.
- Mami no digas eso, hablas como si no fueras a volver, si eso pasa ¿quién nos cuidará a mí y al señor Chispas?
- Yo siempre estaré contigo Claennis, mi pequeña niña astuta.
Junto a esas palabras, la reina dio su último aliento frente a su hija, la cual la llamaba entre lágrimas para que despertara.
La niña sabiendo que su madre había viajado al mundo de los espíritus, se limpió los mocos con el dorso de la mano, puso al señor chispas entre el cinturón de su vestido y su cuerpo y salió envalentonada hacia la puerta.
- Señor guardia, deme su navaja.
- Mi princesa, no puedo dársela, podría lastimarse es muy filosa.
La niña con los ojos aún empañados de lágrima no lo dejo seguir hablando cuando sé el arrebato del cinturón volviendo a cerrar la puerta en las narices del guardia, se dirigió hacia el cadáver de su madre y sin pensarlo dos veces abrió su vientre con la punta de la navaja, dejando al descubierto el cuerpo del bebe, el cual al verse expuesto empezó a llorar.
El segundo bebe vivo de la reina, la última vida que broto de su vientre, su segunda niña la cual lloro a gritos junto a su hermana que la apretaba entre sus brazos curtidos de la sangre de su madre.
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Villanos de una historia mal contada
FantasySoy la legítima heredera, soy la prueba viviente del imperio y si para proteger mis derechos y los de mi pueblo debo trasformarme en el villano de tu historia, entonces no dudes que arrasaré con tu mundo, al fin y al cabo, no importa que tan buena p...