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Año 1493 reino del fuego.

El rey Kenna estaba frente a su concejo real, los hombres más importantes del reino después de él, los 4 duques que estaban esparcidos en los volcanes del reino ubicados cada uno en un punto cardinal, dos concejeros, los magos más viejos e importantes de todo el territorio y el jefe de los soldados de todo el reino.

De estos 10 hombres, 5 habían sido bendecidos con hijos varones, todos chicos de entre 10 y 15 años, la razón de esta reunión era la venta de la infancia de estos jóvenes a la corona a cambio de que alguno de ellos pudiera casarse con la heredera al trono convirtiéndose en el sucesor del rey actual.

Los padres accedieron gustosos recibiendo cada uno 13 monedas a cambio de sus hijos, aunque estos conservaran sus apellidos actuales los padres perdían cualquier control y autoridad sobre ellos entregándoles así el poder a la corona de hacer lo que quisieran con ellos, con la esperanza de que cualquiera de los 5 jóvenes ascendiera al trono.

Aunque esto significara que al llegar al matrimonio y que naciera el primer príncipe varón de la nueva generación los otros cuatro serían asesinados de inmediato, y aun sin nacer este niño, los jóvenes que no hayan sido seleccionados como reí serían encarcelados, aislados de cualquier tipo de contacto con la realidad sirviendo únicamente como material de repuesto.

Pero para los padres esto no importaba ya que cada uno estaba seguro de que sería su hijo el que ascendería al trono, la vida de los hijos de sus compañeros realmente no les importaba y a cambio de una mayor cantidad de poder, a ninguno le molestaba sacrificar a su primogénito.

El rey observaba desganado como un esclavo les daba las bolsitas con las 13 monedas a cada uno de los hombres, asqueado por la rapidez con la que estos habían sacrificado a sus hijos con el único propósito de aumentar su poder ¿es que acaso ninguno de ellos pensaba en el sufrimiento de sus esposas cuando le arrebataran a su hijo? O en la posibilidad de que quizás no fuera su hijo el que se sentaría en el trono, sino el que apoyaría la cabeza en el filo de la guillotina de mar para después terminar flotando entre las aguas.

Los observaba con odio, ya que él hubiera dado todo su poder a cambio de conservar a sus hijas y a su mujer sin que esta sintiera la presión de tener el tan ansiado varón, y el rechazo y frustración de todos los abortos que poco a poco la fueron matando a ella.

Ya resignado al juego que estaba obligado a jugar el rey explicó las reglas, ya que, si debía entregar su título, su gente, y sobre todo a su hija en matrimonio, se esforzaría por buscar el mejor de los partidos.

Para confusión de los que estaban en la sala le dice que no quiere a los cinco muchachos, intentando salvar por lo menos a dos del destino inevitable de la cárcel o la muerte, les explica que los chicos deberán hacer una prueba sencilla y dependiendo del resultado tres serán seleccionados.

Al día siguiente los duques y el jefe de los soldados llegan cada uno acompañado de su primogénito, el duque del volcán del sur era el que tenía al hijo mayor, un muchacho de piel muy oscura y ojos dorados con la cabeza afeitada, vestía ropas excesivamente caras y miraba a todos a su alrededor como inferiores.

El siguiente en llegar es el jefe de los soldados  con su hijo de 14 años, un muchacho tímido cuyo rostro desentonaba con su cuerpo demasiado fuerte para un adolescente, también tenía la piel oscura aunque con manchas claras la cual contrataba con sus ojos azules, y el cabello largo marrón el cual le caía a tirabuzones en la frente.

Después llegaron los duques del norte y el oeste con sus hijos ambos de 13 años, uno de ellos era de piel muy blanca cubierto de espinillas, el cabello rubio y los ojos oscuros, parecía que el pecho le pesaba porque su padre lo había obligado a llevar piedras preciosas colgadas en el traje, el otro era moreno claro y se le notaba el creciente deseo de escapar de aquel lugar.

Villanos de una historia mal contadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora