Por más que el vientre de la reina crecía y el rey quisiera quedarse a su lado para cuidarla lo único que podía hacer era procurar no llegar tan tarde al palacio para acompañarla en la noche, las calles eran problemáticas y no podía delegarle a nadie esa responsabilidad, Nóbrac era perfeccionista al extremo cuando se trataba de su responsabilidades, no era capaz de delegar nada.
El grupo con el que organizaba sus rondas era pequeño, se basaba en dos de sus amigos de la guardia, el pequeño pelinegro era muy hábil hablando con las personas, podía calmar peleas antes de que los hombres se batieran a duelo y alguno cayera muerto, al igual que podía descubrir los engaños que planteaban algunos estafadores, sus rizos abultados y su mirada juguetona le daban un aspecto inocente el cual le era de ayuda para descubrir engaños.
El otro era mucho más prudente, era analítico y pensaba muy bien las cosas antes de actuar, la voz de la razón del grupo, el cual evitaba la mayoría de programas que podía provocar la impulsividad de Nóbrac, el rey era hábil con la espada, pero con la enorme facilidad de meterse en problemas, como si su cuerpo y su cerebro no fueran al mismo ritmo y apenas su cabeza estaba programando una idea su cuerpo ya estaba metido hasta el cuello en el problema.
Ese día en particular un mercade llegó vendiendo algodón a la capital, había traído telas importadas desde la frontera de algodón, las cuales eran poco comune, pero lo que desarrolló el problema aquí fue la hija del comerciante, una joven mestiza que no tenía piedras de fuego en el cuerpo, pero si el tatuaje que le ha marcado como elfa de este reino, con su cabello pelirrojo y ojos verdes tenían encantado a los hombres que la veían los cuales quedaban hipnotizados con el bambolear de sus caderas al caminar.
Esto terminó en varias disputas, ya que eran varios los que la pretendían, pero cuando uno se daba cuenta de que otro se le había adelantado en cortejarla empezaban las peleas con espadas, el más bajito del grupo intentaba calmar la situación entre bromas y mencionando a cortesanas igual de hermosas o incluso más que la hija del mercader. Nóbrac solo lo observaba a lo lejos mordiendo un pedazo de carbón con forma de bara, estaba harto de lidiar con este tipo de situaciones mientras que su esposa estaba en el castillo vomitando por el embarazo, llorando y riendo de la nada, y quizás necesitándolo para algo.
Mantenía el ceño fruncido en todo momento mientras su otro amigo le sostenía la capa con sutileza para que no se lanzara a los hombres y le diera un golpe con la empuñadura de su espada en toda la nuca a cada uno, más valía prevenir que lamentará porque si parpadeaba y lo soltaba el rey se le escapaba y no a pegar gritos, eso era dando golpes sin avisar.
- Si no se calman le cortaré la cabeza al que inició la discusión a ver si otro se atreve a montar un show.
- Nóbrac no puedes matar a la gente por cada error que cometa, o nos terminarás exterminando.
- Lo sé, pero es que me lo ponen demasiado complicado, a estos pareciera que no le sube oxígeno de la cabeza que tienen entre las piernas a la que está pegada al cuello, después sale alguien en la siguiente esquina que quiere vender las cosas como si lo hubiese traído del mismísimo cielo y no falta un estúpido que salga de la tierra a poner la cereza en el pastel con alguna zoquetada.
- Parte de ser rey también es tener paciencia y comprender a tu pueblo, no son militares Nóbrac.
- Definitivamente no lo son, eso me queda claro, pero no les vendría mal un tirón de orejas, o ya que estamos cortárselas, es una buena advertencia y no mató a nadie, así se lo pensarían dos veces antes de.
El rey ya se estaba dirigiendo a los hombres que empezaban a calmarse para cortarle al primero que agarrara las orejas cuando su compañero le dio un buen tirón en la capa que lo devolvió a su lugar.
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Villanos de una historia mal contada
FantasySoy la legítima heredera, soy la prueba viviente del imperio y si para proteger mis derechos y los de mi pueblo debo trasformarme en el villano de tu historia, entonces no dudes que arrasaré con tu mundo, al fin y al cabo, no importa que tan buena p...