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La cuarentena terminó y las esclavas tuvieron que empezar a arreglar a Claennis para que conociera a su prometido, por primera vez en mucho tiempo la chica se volvió a escapar como cuando apenas era una recién llegada en la torre, se negaba rotundamente a aceptar aquel destino.

Cuando por fin la agarrón un guardia tuvo que llevarla cargada sobre uno de sus hombros mientras la niña seguía pataleando y gritándole que la soltara, la niña hizo que el proceso de acicalarla fuera insoportable, si alguna de las mujeres intentaba ponerle maquillaje ella arrugaba la cara o tiraba los polvos, si intentaban ponerle el vestido se hamaqueaba tanto que incluso rompió uno, y si se descuidaban volvía a echar a correr sin dudarlo.

Pero al final lo lograron, la princesa se veía magnífica, el vestido blanco tenía piedras preciosas cocidas al pecho formando patrones que reflejaban arcoíris en su rostro, su largo cabello negro contrastaba con su palidez en hondas suaves que le daban más inocencia a su rostro, sus mejillas coloradas por la rabia le daban un aspecto de muñeca, pero sus ojos expresaban claramente la rabia y la frialdad, aunque en el fondo se veía un palpable miedo por lo que la esperaba tras las puertas.

La niña ya estaba cansada de luchar y luchar, sentía que cada vez que lograba avanzar alguien volvía a jalarla para atrás, no encontraba un camino para poder huir y poco a poco todo le había dejado de importar, se sentía sola, y sin un propósito para seguir luchando, quizás ya solo debía aceptar que ese era su destino, debía aceptarlo.

Pero lejos a la distancia las estrellas brillaban esa noche, con una lluvia de estrellas fugaces, Claennis no pudo contarlas pero por un momento sintió que volvía a escuchar la voz de su madre lejos a la distancia No pierdas tu valor mi hermosa luna si te rindes tú no habrá ya quien te salve, recobra fuerzas mi niña, no renuncies a la libertad por la que as luchado toda tu vida, recuerda, los hombres reinan pero las mujeres gobiernan.

- No quiero entrar en esa habitación Atice, por favor, ayúdame.

- Mi niña, lo lamento pero debes de entender que este es el único camino, si no entras a esa cama y quedas embarazada pronto serás remplazada y casada con un cualquiera y quién sabe qué podrían hacerte, cree en mí, este muchacho es el que más te conviene.

- ¿Muchacho? No habían dicho que era un viejo.

- No mi niña —digo Atice arreglándole el cabello— es un muchacho de 16 años, es una edad parecida a la tuya, no temas.

- Ósea que tampoco es un trolls ni querrá chuparse mi vida.

- Te prometo que todo saldrá bien si tú pones de tu parte, el destino está de tu lado, aprovéchalo. Así que quita esa cara e intenta sonreír, hoy será la noche en la que tú misma podrás poner la corona por la que tanto insistes sobre tu cabeza.

No hubo más palabras, solo miradas, Claennis seguía muy asustada pero Atice estaba tranquila, sabia que Nóbrac la esperaba tras la puerta, ella ya había hablado con el muchacho, lo ayudo a preparar su discurso para que la niña no se enfadara cuando se diera cuenta de que la había engañado todo este tiempo, e incluso consiguió dulces para que se los ofreciera y así se pusiera más contenta, todo debía salir bien.

Las puertas de la habitación se abrieron permitiéndole el paso a la niña mientras sus pisadas hacían eco en la habitación, entro asustada, no sabía que debía hacer así que siguió las órdenes de su institutriz, entra, arrodíllate y quédate mirando al suelo mientras lo esperas, el no tardar en llegar a ti.

Y efectivamente así fue, momentos después de que ella callera al suelo se escucharon unos pasos que se dirigían hacia ella, la tomaron con suavidad por el mentón y…

Ella le pegó tronco de mordisco en la mano al que se le acercó.

- Carajo Claennis ¡suéltame loca!

Villanos de una historia mal contadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora