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1498 REINO DEL FUEGO

La economía del reino se había estabilizado de gran manera desde la muerte del rey, la apertura de las fronteras permitió una buena entrada de dinero aunque se tuvieron que destinar más elfos a control fronterizo por riesgo de invasión, los elfos del viento seguían en su insistencia de tomar parte del territorio del imperio del fuego, algo que Claennis no estaba dispuesta a permitir.

A sus 13 años aún no había podido tomar la corona debido a la falta de un embarazo, incluso tres años después de la muerte de su padre el trono seguía vacío, aunque el poder lo habían llevado entre ella y Nóbrac según les era permitido, ya que los duques siempre estaban metidos en sus asuntos.

Atice seguía a su lado como su institutriz a pesar de que no habían vuelto a la torre, ella seguía preocupada porque la princesa no quedaba en cinta, ya había pasado mucho tiempo desde su primer sangrado y desde que compartía la cama con su prometido y aún no había ni el más mínimo indicio de un posible heredero, las malas lenguas empezaban a hablar ante la posible infertilidad de la chica.

Incluso los duques insistían en traer de vuelta a Anastasia y presentársela al heredero, de esta manera se podría casar con la menor de las princesas y darle estabilidad a la dinastía. Una estabilidad que flaqueaba desde la ausencia de un príncipe, una estabilidad que empezaba a derrumbarse con la muerte del rey, una estabilidad que se caía a pesados por la ausencia de sangre real en el heredero.

El muchacho solo se había mantenido ahí por su eficiencia, el pueblo lo respetaba y temía a su enfado, los duques por más trampas que le ponían no podían tumbarlo, y la eficacia de sus decretos enraizaban su posición, solo el mismo sabía que más de la mitad de aquellas decisiones eran de Claennis, la cual había encontrado una pared hueca por la que podía escuchar las conversaciones en las reuniones y prestar consejo a su prometido.

El tiempo era cruel, no esperaba a nadie y el enfado del pueblo se empezaba a sentir, eran como hienas hambrientas, por más que las alimentaras y beneficiaras ellas siempre esperarían más y más, nunca estarían conformes y ahora pedían príncipes, no importaba lo mucho que Claennis los hubiera favorecido, si no podía darles absolutamente todo lo que pedían entonces la remplazarían sin dudar.

Pequeña Claennis, fuiste concebida como el sueño de otros, un sueño que se vio truncado con tu existencia ¿Cuándo una niña se convierte en mujer? ¿Qué es lo que lo obliga a crecer? Quizás el saber que sus decisiones ya no pasan a la liguera, o tal vez cuando es capaz de ver que los más profundos dolores se esconden en las grandes riquezas disfrazados de codicia sin escrúpulos, cuando puede ver la oscuridad en las joyas más deslumbrantes y la maldad en los rostros más hermosos.

Pequeña, antes temías ver la luz de un amanecer desconocido, o la oscuridad de cada una de las lunas rojas ocultándote lo que pasaría mañana, ahora tus días desesperanzados valen una vida entera, tu momento se acerca, debes decirle adiós a tu niñez, despedirte de tu pasado y dejar que el fuego lo consuma, dejando solo el aprendizaje de esos días, despliega tus alas y siente como el fuego recorre tus venas.

Junto a la luz de la luna roja a la que antes le temías ve nacer una nueva versión de ti misma, aférrate a tu identidad y lo que eres, porque deberás usar eso como escudo cuando pases descalza por un valle de espinas, dile adiós a tu pasado y aférrate a tu presente, solo así lograras construir el futuro que anhelas, así podrás dejar escrito tu nombre en el mundo, y no solo ser un número más.

La princesa ya no se negaría más a su destino, pero se encargaría de moldearlo únicamente de la forma en la que ella lo decidiera, este mundo no se la comería a ella y el pueblo debía entender que no podrían destronarla como si fuera un pelele cualquiera.

Villanos de una historia mal contadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora